Escribe Marcelo Espiñeira.
La puja entre la Generalitat y la Moncloa no cesa y ha tendido a radicalizarse tras unos Presupuestos Generales que han confirmado la indisposición de Mariano Rajoy a una negociación. Tanto el gobierno del PP como el que encabeza Carles Puigdemont se han mostrado impotentes a la hora de acercar sus posiciones.
Soraya Sáenz de Santamaría no ha traído propuestas creíbles que sustentaran su efímera e inconsistente Operación Diálogo y desde el Parlament no se ha intentado ralentizar la máquina que promueve la vía unilateral. Como si estuvieran presos de sus propias debilidades, -ni el gobierno de Rajoy, ni el de Puigdemont se apoya en amplias mayorías-; sendos ejecutivos viven instalados en una política para la galería. En una escenificación constante, más propia de una campaña electoral que de unos dirigentes preocupados por los problemas reales de los ciudadanos.
Europa teme una crisis
que ponga en riesgo
el pago de la deuda soberana
El entuerto se ha ido estirando en el tiempo, complicando en los juzgados y también salpicando el destino de otros actores menos implicados. Si Pedro Sánchez sufrió un golpe de estado dentro del PSOE, mucho habrán tenido que ver sus posiciones intermedias hacia el conflicto catalán. Si el avance de Podemos se detuvo en buena parte del territorio español, también podríamos relacionarlo con las posiciones procatalanistas de Iñigo Errejón en cuanto a la disputa.
La disputa entre Rajoy y la Generalitat ha brindado oportunidades inesperadas a vascos y andaluces, que no han perdido su ocasión para obtener un beneficio propio. En una sucesión de efectos tangibles que no hacen más que cuestionar la estrategia que iniciara Artur Mas y continuara el actual gobierno catalán en el Procés.
De momento, con Rajoy en la Moncloa, no se percibe posibilidad alguna de mejorar la financiación catalana dentro de la estructura autonómica, como tampoco una salida pactada que contemple el derecho a decidir por la independencia. Europa no brinda apoyo a la opción unilateral porque evidentemente teme que una crisis institucional española ponga en riesgo el pago de la importante deuda soberana (99,4% del PIB). Es decir, que una Catalunya sin apoyos internacionales, debería encontrar más complicidades interiores antes de dar cualquier salto al vacío.
El mes de octubre está marcado con tinta roja en el calendario. Puigdemont ha anunciado pregunta y fecha para la celebración de un Referendum unilateral. Previsiblemente acudirá al Congreso nacional antes de poner por escrito la convocatoria electoral, y tendrá todo el verano para sentarse en una tumbona de playa junto a Rajoy, para hablar un poco, relajarse, y entre otras cosas... encontrar una salida conveniente a este lío.
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