Escribe Marcelo Espiñeira.
Una transición rápida tras un robo de balón sobre Thiago, culminó en un centro del lateral argentino Tagliafico que el goleador de la Serie A italiana, Gonzalo Higuaín, no supo concretar en gol. La jugada del minuto 7 fue rápida y requería de una pegada que el equipo dirigido por Jorge Sampaoli no demostró tener anoche en Madrid.
En contrapartida, el brasilero Diego Costa no dudó en jugarse la pierna para marcar el primer gol del partido, aunque esta acción también le costara un durísimo choque con el portero Romero. España se calmó con el abrelatas del delantero y se hizo dueña del balón con personalidad. Una característica que distingue a los de Lopetegui desde hace diez largos años y que asienta el trabajo de un entrenador que cuenta con intérpretes de primera línea. Más aún, cuando enfrente tuvo a un equipo integrado por una extraña mezcla entre debutantes y veteranos, únicamente comprometidos con las ideas que practicaran durante los ocho días previos al duelo en el Wanda Metropolitano.
Si España buscaba solidez a escasos dos meses de la cita mundialista en Rusia, Argentina parecía soñar con dar un gran paso hacia adelante en la búsqueda de un esquema de juego, que por fin pudiera arropar o aprovechar el inmenso talento de un Messi tradicionalmente desprotegido en esta selección. Tras el 6-1, se podría decir que los locales consiguieron su objetivo, y los argentinos quedaron muy lejos del suyo.
La goleada fue histórica, pero tuvo sus atenuantes para Sampaoli, sobre todo durante la primera mitad del encuentro. Todos sabemos que Messi, Agüero y Di María no pudieron ser alineados por problemas físicos, y esta circunstancia fue bien aprovechada por Lopetegui, cuando decidió poblar la cancha con sus jugones. Así, Isco, Asencio, Thiago e Iniesta formaron un rombo complicado de contrarrestar para los argentinos que apelaron siempre a la presión alta en campo rival. Este planteo generó no pocas dudas en la zaga local, y la sensación que de no ser por una evidente impericia para aprovechar las reiteradas recuperaciones de balón en campo contrario, otra podría haber sido la suerte para los argentinos en esa etapa del partido.
La albiceleste presionó bien a los españoles durante la primera etapa, aunque perdiera el control de las acciones durante los diez minutos posteriores al 2-0. La enorme categoría de los atacantes y medios de la Roja, inclinó la balanza hacia su lado con dos goles rápidos que desnudó las carencias de Rojo, Bustos y los porteros argentinos. El único gol conseguido por Otamendi tras cabecear un saque de corner desde la izquierda pareció meter nuevamente a Argentina en el partido, pero el comienzo de la segunda etapa desechó esta idea.
España fue un vendaval de fútbol, incontenible para esta Argentina en construcción dilatada, más aún sin sus únicas armas letales sobre el cesped. Si Messi y Agüero respiraron tranquilos en Manchester ante Italia, al ver que sus compañeros sacaban adelante el envite sin su determinante presencia, contra España debieron pensar que siguen estando muy solos de cara a Rusia. El segundo tiempo de la selección argentina en el Wanda fue muy decepcionante, cercano al desastre.
La contundencia española quedó sellada en una noche de vértigo, con un Aspas inspiradísimo, un Isco brillante y una defensa veterana, de lo mejor del fútbol actual. El resultado abultado, para Lopetegui será un espaldarazo, aunque ahora le tocará contener esa euforia desmedida que no debería confundir a este estupendo grupo de jugadores, que de no mediar mermas físicas, llegarán a Rusia como candidatos.
Del lado argentino, la sensación que dejó el partido es que pintan bastos. De aquí a junio queda muy poco tiempo para armar un equipo campeón alrededor de Messi. Las circunstancias son estas, y para Sampaoli cada día contará si quiere dilucidar el enigma de una escuela de fútbol venida a menos, productora de individualidades destacadas en las mejores ligas profesionales, pero que no consigue conformar una selección decente desde hace tiempo. Aunque sea el actual subcampeón mundial, el combinado argentino penó demasiado para clasificarse a la cita de Rusia, no se distingue por un estilo definido y todavía fracasa como bloque sólido. Queda esperar que este duro golpe recibido a finales de marzo, sea bien encajado por el entrenador, se convierta en una alarma decisiva, para que luego ante Islandia comience a crecer un equipo más homogéneo alrededor del crack ausente en el Wanda.
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