Crítica de Marcelo Espiñeira.
Más de dos horas de apasionada oratoria consumió el escritor y periodista de investigación Terry Gould (Brooklyn, 1949) en la reciente conferencia de prensa que brindó en Barcelona, con motivo de la presentación de su libro “Matar a un periodista” (Ed. Los libros del lince).
Dos horas en las que nos contó con verdadero sentimiento las razones que lo han llevado a investigar la vida de seis compañeros asesinados. Seis periodistas escogidos entre una mucho más extensa lista de varios miles que han perdido sus vidas en episodios confusos, poco o nada esclarecidos y con un claro tinte mafioso. Como el mismo Terry Gould admite, a veces hasta a manos de fuerzas del orden o de personas a las órdenes de los gobiernos.
Lo primero que se esfuerza en aclarar Gould es que estos periodistas asesinados, no han sido víctimas de un fuego cruzado por estar cubriendo un frente de combate en uno de los tantos conflictos armados diseminados por el planeta. En todo caso, estas muertes serían propias de unos serios riesgos asumidos. No, las muertes que él ha investigado, son aquellas que no deberían suceder en un estado de derecho o dentro de una sociedad que estime la libertad de expresión.
Estos periodistas fueron asesinados por sicarios o policías, justamente por estar investigando tramas de corrupción o mafias organizadas. Y según Gould existen regiones con una peligrosa tendencia a que ésto suceda. Podríamos hablar de América Latina, la costa del Pacífico, el sudeste asiático, Europa del Este y Oriente Próximo. Y siendo más específicos, en países como Rusia, Colombia, Venezuela, Bangladesh, Filipinas o Irak, por citar los casos más agudos.
El escritor americano, que ha desarrollado toda su carrera en Canadá, llegó a la conclusión de que en estos verdaderos héroes existía un patrón en común, una manera de actuar firme y honesta que él ha denominado “la psicología del sacrificio”.
La psicología del sacrificio está marcada por una fuerte determinación y una fidelidad extrema con la profesión periodística. Hasta las últimas consecuencias, e incluso hasta la propia muerte. Que según Gould, ya intuían todos los investigados en este libro. “Todos ellos ya sabían que iban a ser asesinados tarde o temprano, y sin embargo seguían investigando y redactando sus artículos sin medir las consecuencias”.
Entre las seis historias narradas en “Matar a un periodista” figura la de la periodista rusa Anna Politkovskaya, cuyo asesinato fue portada en todo el mundo. Algo que no es habitual en estos casos; ya que, por lo general, pasan bastante desapercibidos, por el miedo que infunden sus propias muertes al entorno que sobrevive.
“Varela se había especializado en desenmascarar a los políticos corruptos y airear las atrocidades de los paramilitares en Arauca, una ciudad remota de las ingobernables llanuras de Colombia. A lo largo de los años había rechazado sobornos y sobrevivido a otros intentos de asesinato. Pero cuando en junio de 2002 evitó por los pelos que lo secuestraran, estaba convencido de que su hora estaba cerca. Desoyendo las recomendaciones de sus colegas, continuó publicando sus revelaciones hasta que, tal como había predicho, fue hecho prisionero en el campo, torturado y asesinado de un tiro”.
Gould no consigue contener las lágrimas cuando se refiere acerca de la valentía de estos profesionales con tamaña vocación, capaces de ignorar toda amenaza, todo intento de compra, en pos de que finalmente la verdad se publique, aun a costa de sus propias vidas.
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