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THE ARTIST, cuando el silencio lo cuenta todo.


Una crítica de 
Lilian Rosales de Canals.


El director francés Michel Hazanavicius (París,1967) ya fantaseaba con hacer una película muda hace siete u ocho años, probablemente debido a que gran parte de los directores que admira como Lang, Hitchcock, Murnau o Ford nacieron del cine sin sonido.


"The Artist" es, no sólo la cristalización de esa idea furtiva, sino un expreso homenaje al espíritu del cine que quedó dormido hace 80 años cuando el sonido llegó para quedarse. Es a más, una generosa expresión artística y una refrescante carta de amor del Hollywood de 1920, donde se resucita al silencio como medio para contar poderosas y complejas historias en blanco y negro. 


Evitando la trampa de la imitación a través de un sincero reconocimiento de las posibilidades cinematográficas que ofrece el cine mudo clásico, la película se mantiene fiel a la época que representa.




Y puede, por qué no, ser una excusa para equiparar un período de transición del viejo cine con el actual, donde las historias humanas se ven empujadas irremediablemente a competir (desde su emocionalidad) con la tecnología. 


Aunque su guión y los recursos empleados no resulten nada originales, el film "The Artist" no desmerece crédito alguno. Similar historia la podemos descubrir en la estadounidense "Sunset Boulevard" (1950) dirigida por Billy Wilder que narra la vida de una antigua estrella del cine mudo, Norma Desmond (interpretada por Gloria Swanson), quien se niega a aceptar que su éxito ha acabado.


Para algunos críticos esta reincidencia temática pudiese acaso empañar toda la ingeniería de la película, sin embargo resulta difícil sino imposible que cualquier producción cinematográfica de nuestros días no porte algún germen de otra precedente.


Cuando de analogías se trata, también podemos advertir una posible inspiración en la historia de John Gilbert, el galán cuya carrera se hundió debido a su débil voz y no parece mera casualidad que durante el mismo 1927, fecha aproximada en la que se ubica el film, se estrenara en la vida real "The Jazz Singer", considerada la primera película sonora que haría tambalear al cine mudo.


El actor Jean Dujardin en el papel de George Valentin.

Elucubraciones que no deben hacer mella en las valoraciones en torno a esta pieza maravillosa del séptimo arte, si entendemos que Hazanavicius es un estudiante acucioso de la historia del cine y lo hace evidente en sus dos producciones anteriores "OSS17: El Cairo nido de espías" y "OSS17: Perdido en Río" que rindieron culto a los films de los años 40 y a James Bond desde el remedo.



El director manifiesta en este sentido que mientras trabajaba en el guión pensaba en muchas películas mudas y reitera que "la investigación es importante, pero no para ser más realistas sino como trampolín para lo imaginario, como los cimientos de una casa, para alimentar la historia, el contexto, los personajes".



La gran hazaña del director de esta joya cinematográfica ha sido asumir el riesgo de revivir el estilo de la narración de aquellos tiempos en toda su plenitud, con una alegría añadida impregnada a cada cuadro, contagiosa para el espectador quien la recibe con entusiasmo. Y es que cuando el cineasta define al cine mudo dice: "es el cine de emociones y de sensaciones".


Escena de "The Artist".

Historia de amor en estado de suspensión
George Valentin (interpretado por el actor Jean Dujardin) está en lo alto de su carrera. Es 1927. Mientras estrena su nueva película,  accidentalmente tropieza con una bella desconocida, Peppy Miller (la actriz Bérénice Bejo), a quien le aguarda una inesperada fama. 



El protagonista sin embargo, rápidamente se encuentra en un sendero opuesto cuando el sonido comienza a dominar la gran pantalla. Se niega a aceptar la innovación y en consecuencia, sus finanzas se resienten hasta la quiebra. Entretanto, en el entorno un enemigo mayor que el propio silencio conmociona la economía, el crack de 1929. George lo pierde todo. Su esposa lo abandona, sus fans lo olvidan. Mudo, se desvanece en la sombra del viejo Hollywood.


Contrariamente, la actriz extra Peppy se transforma en el ícono de la vanguardia de la gran pantalla sonora. Pero en su ascenso como estrella, jamás olvida al hombre que le permitió iniciar su carrera, a quien le une un sentimiento profundo y decide ayudar a George de cualquier manera posible.

El film cuenta una "historia de amor en estado de suspensión", dos destinos que se cruzan, se afectan, se entrelazan en medio de esta archiconocida coyuntura histórica del cine.


Al margen del romance la cinta toca, magistralmente y sin titubeos, tópicos como la fama, la vanidad, el orgullo y el fracaso; indaga en las emociones y en el mundo interior humano, tan universal como el miedo, la negación y la depresión;  realza valores como la lealtad  incondicional de un perro, un chofer y una chica. 

Drama, comedia, acción y romance se entremezclan en dosis justas para conformar una obra de sutil exquisitez.

Un guión para Dujardin
Su director afirma que escribió el guión para Jean Dujardin aunque pensaba que él no aceptaría. Por fortuna es el magnífico actor francés el que le da vida a un personaje de tales magnitudes, desde el manejo excelso que tiene de las expresiones faciales y del lenguaje corporal.

Luego de superar el personaje de la parodia francesa de espionaje que interpretara, al mejor estilo de Sean Connery en 117 0SS, Dujardin se apunta este reto donde emplea sus aptitudes para la imitación en una auténtica síntesis de las figuras emblemáticas del cine primigenio (Rodolfo Valentino, Clark Gable  y Errol Flyn). El actor francés parece haber sido arrancado de la época para conducirnos al drama y a la risa de modo absolutamente natural, no por casualidad ha sido el ganador del premio al mejor actor en el Festival de Cannes 2011.

George Valentin es un personaje dotado de una sonrisa más que cautivadora, aunque irónica, de ese bigote fino e irresistible para la época, de un narcisismo incandescente, perturbador y adorable. Comparte protagonismo junto a la joven actriz brasileña y también esposa en la vida real del director, Bérénice Bejo como la novel artista Peppy Miller. Bejo hace gala de un histrionismo acusado, un carisma sin par y una espontánea sensualidad.

El reparto de este film excepcional contado a gestos está conformado por James Cromwell, John Goodman y Penélope Anne Miller. Merece especial mención Jack Russell terrier, el perro cuya actuación adquiere asombrosas dimensiones dramáticas.

El perro Jack Russell Terrier.
Fascinación profunda y pura 
Cuatro meses para elaborar el guión y 35 días en rodar la cinta son tiempos ajustadísimos si apreciamos en el producto final la limpieza visual, la minuciosidad de elementos narrativos y el torrente de emociones que transmite.

En esta pieza maestra apuntalamos indicios del cine de Fritz Lang. También podemos detectar un uso de planos y encuadres (para remarcar el drama de Valentin) al mejor estilo de Ciudadano Kane: el cenital que reitera la crisis emocional.

Los recursos narrativos que el director emplea para señalar la transición del cine mudo al sonoro, mediante el juego de silencios y sonidos, son aunque conocidos tremendamente acertados. Podemos en esta línea mencionar la secuencia onírica donde el protagonista escucha el entorno, pero le resulta imposible articular palabra alguna. En otra escena hay una clara intención de destacar el necesario uso de la palabra en la nota que deja su esposa Doris (Penélope Miller) que reza: "Tenemos que hablar George".

El silencio no solo constituye un aspecto definitorio y característico del género que pretende emularse, sino que es en igual medida un recurso narrativo empleado por el director para acentuar estados de ánimo: cuando George escucha por primera vez, esa irrupción sonora se asocia a un estado aterrador como sucede con el color en "Pleasantville" de Gry Ross.

Hasta este punto todos los aspectos narrativos y técnicos están más que justificados. Pero, tal vez uno de los aciertos más relevantes de su director Hazanavicius fue recurrir al compositor y arreglista Ludovic Bource con la idea de imponer una emoción envolvente. Su maravillosa banda sonora, que le valió un premio en el European Film Awards, deja traslucir alguna reminiscencia a Bernard Herrmann en "Vértigo".


Podríamos afirmar que técnicamente no se trata de una película muda aunque respeta el predominio de la música: está estructurada sobre una inmejorable banda sonora que le confiere el clima emocional, la atmósfera precisa, el espíritu de la época y borda las actuaciones remarcando los picos dramáticos y jocosos. Solo así nos abandonamos a merced de su música que nos llena al completo, nos conduce, nos sugiere mediante temas de los años 20 interpretados por la Brussels Philharmonic, Red Nichols & His Five Pennies, Duke Ellington, Rose Murphy y composiciones del propio Bource como Comme une rosée de larmes que sobresale por su belleza melancólica.

La historia de "The Artist" también se construye sobre la inobservancia de las leyes que rigen la lógica narrativa. Y solo así es como esa minuciosa selección de silencios-sonidos y de otros recursos técnicos, responden más a una estética deliberada que abraza al absurdo en perfecto equilibrio con el trasfondo real que sustenta a la trama. Este carácter del absurdo nos sugiere acaso, un guiño al cine francés de aquella misma época en "La coquille et le clerygman" de Germaine Dulac.

Y aunque este film no escapa de la ya cacareada crónica del cine sonoro, a diferencia de muchas producciones que le abordan desde la perspectiva del sonido, "The Artist" se abre camino en una especie de duelo y una ecléctica nostalgia por las viejas películas, sin condenarlas a un panteón de restos y sombras. 

La fotografía de Schiffman y el montaje de Anne-Sophie Bion (junto a su director) dieron el toque perfecto para esta apuesta cuidadosamente meditada que, desde el punto de vista estético, adquiere una magia en la recreación de efectos visuales del primer cine, capaz de generar una fascinación profunda, pura, potente, en armonía con la risa y la sensualidad. 

Devolución de un préstamo
Los puristas mantienen que el cine silencioso, en blanco y negro, era superior al sonoro. Chaplin, la estrella más brillante de aquel primigenio cine, ya se había negado en su momento a reconocer la mudanza que devendría luego de "The Jazz Singer"

Cuando el cine sonoro demostró su rentabilidad, las películas mudas, a pesar de su arte, quedaron condenadas a pasar a la historia. El cine mudo había llegado a su fin tras 35 años de existencia.

Debido a que el cine sonoro no era simplemente el mudo con sonido incorporado, sino una nueva forma de expresión que debía reconciliar lo real con lo irreal, su introducción tuvo costos en la calidad. Superar escollos técnicos supuso alteraciones en la narración, mientras que el cine mudo había sido una unidad armoniosa en sí misma.

Muchos expertos afirman que el cine sufrió un enorme retroceso a la llegada del sonido. En la medida que limitó las posibilidades creativas de los films, redujo su fluidez, condenó la creatividad y condicionó el ritmo. Como consecuencia, supuso una ralentización, calculada en años, en cuanto al imparable avance que había caracterizado al lenguaje cinematográfico.

El rescate de esta estética y estos códigos, en tanto que no constituyen el día a día del cine contemporáneo, representa la devolución al espectador de un préstamo de sensibilidad que ha concedido al cine sonoro en detrimento de su capacidad de disfrute y percepción atormentada por tanto estímulo.



Michel Hazanavicius, el director francés hasta ahora conocido por un par de ligeros pastiches, se sacó un 'hat trick' con esta cinta increíble: oda a la fuerza inconmensurable del silencio del cine mudo que permite que todos los sentidos se centren, se dediquen, se aboquen a paladear las imágenes y los gestos. 

Por encima de todo, The Artist ofrece una mirada alegre a una edad de oro, dota de una fuerza envidiable al "amor puro pasado de moda" y deja al público nostálgico de una forma cinematográfica que, como se demuestra, no ha perdido su resonancia. Es a todas luces un clásico de los que se producen una vez cada mucho tiempo.

La actriz Berenice Bejo.











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