Una crítica de Marcelo Espiñeira.
La fuerte oposición civil en algunas ciudades europeas frente al despropósito de la invasión de Irak, con el tiempo fue perdiendo fuelle hasta diluirse en una patética desatención. Al derrocamiento veloz del régimen de Saddam Hussein, siguieron largos años de "reconstrucción" del país arrasado por las bombas de la Alianza. En nuestras cómodas y lejanas capitales europeas los días siguieron su curso y otras causas nos han ido ocupando la conciencia. Irak se olvidó y el padecimiento del pueblo iraquí más aún.
Bien sabido es que en el universo del cine, algunos creadores suelen hacerse eco de estos "descuidos colectivos". Tal es el caso del director inglés Ken Loach y el guionista indio Paul Laverty. Un tándem proclive a producir cine de tono político e impregnado de opinión propia. A lo que Route Irish resulta un dignísimo ejemplo.
El anzuelo del dinero
La guerra de Irak ha significado una gran oportunidad de enriquecerse para algunos elegidos. Basta recordar los tristes argumentos del expresidente Aznar al respecto, de aquellos "contratos" de reconstrucción disputados públicamente desde el minuto cero del conflicto, o de Rumsfeld, Bush, Blair y cía., quienes jamás ocultaron el perfil económico del asunto.
Un escandaloso escenario, teniendo en cuenta los elevadísimos sacrificios humanos con los que se saldó la última década. Más de 650.000 personas muertas sólo hasta junio de 2006 se calculan en el marco de esta guerra. Siendo la gran mayoría de estas víctimas, ciudadanos civiles del país invadido.
Para desarrollar Route Irish, Laverty y Loach se centraron en una anécdota bien concreta. La de dos amigos muy unidos desde la infancia, que prolongan sus aventuras en el frente de combate. Más precisamente como escoltas armados de los contratistas privados que operan en Bagdad. Ganando la friolera de 10.000 libras por mes, Fergus (Mark Womack) y Frankie (John Bishop) arriesgan el pellejo propio en una guerra privatizada, pero muy bien paga.
El lugar equivocado
Fergus regresa a casa, pero Frankie no. Este último cae abatido en la ruta que une el aeropuerto local con la denominada Zona Verde. Surcando la carretera más peligrosa del mundo (denominada Route Irish), el amigo inseparable de Fergus sufre un atentado mortal. Un golpe duro para él y su familia, algo complicado de llevar y que desata la intensa trama posterior del filme.
El exsoldado británico se obsesiona con esclarecer la muerte de su amigo y no acepta la versión oficial de la empresa que los contrataba: "Frankie estaba en el momento equivocado, en el lugar equivocado". Una sofisticada coartada que la dupla de cineastas se encargará de desmontar.
Andrea Lowe en una escena de Route Irish. |
Impactante denuncia
Si bien Route Irish no abusa de la violencia visual, es cierto que posee los fotogramas suficientes como para sacudirnos. La historia está narrada en un formato de thriller policial, pero reserva un espacio considerable al retrato minucioso de los personajes principales. En este apartado, sobresale la esposa del difunto Frankie, papel que sobrelleva con fortuna la bellísima Andrea Lowe.
El filme busca impacto y lo consigue. De nada serviría detenerse en la precisa verosimilitud de detalles posiblemente incontrastables. Sin embargo, denuncia aquello que concuerda con los peores presentimientos de unos cuantos. En Irak no podía suceder nada bueno.
Mark Womack en una escena bélica de Route Irish (de Ken Loach). |
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