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EL CONSEJERO. El precio del error

Una crítica de
Lilian Rosales de Canals.


En medio de una batería de críticas desfavorables, El Consejero  nos deja una gran duda ¿Cómo con un óptimo puñado de ases no habría logrado alcanzar la excelencia? El mejor pedigrí nunca debería ser suficiente para enjuiciar una obra pero acaso las infladas expectativas y los prejuicios de estilo, han llevado a muchos críticos norteamericanos a señalar el film de Ridley Scott como un estrepitoso fracaso. Toda renovación produce prurito, a veces por incomprendida.

Esta producción del laureado director de Alien, Blade Runner, Thelma & Louise, Gladiator, Hannibal y Prometeo, reúne a toda una constelación de artistas: Michael Fassbender, Penélope Cruz, Javier Bardem, Cameron Díaz y Brad Pitt en el reparto, con un argumento resultado de cinco semanas de trabajo del Pulitzer (2006) Cormac McCarthy, a quien con sus 80 años le debemos todos nuestros respetos por las memorables novelas Meridiano de sangre, Sutree, La carretera o No es país para viejos, entre otras seis, dos historias cortas y diversas obras de teatro.

Brad Pitt y Michael Fassbender en una escena de El Consejero de Ridley Scott.

Sin embargo, se trata del primer guión acabado exclusivamente para el cine que escribe McCarthy, aunque 8 piezas cinematográficas anteriores han sido adaptaciones de su fascinante pluma. Entonces vale recalcar que no se trata de un guionista sino de un escritor. Gran diferencia que puede traducirse en los matices de la cinta de Scott a la hora de expresar ese nihilismo, esa codicia o esa violencia -rúbrica de su  estilo literario-  patente en Blood Meridian

Fassbender y Penélope Cruz en El Consejero.






Elegantes y caricaturescos

Un abogado penalista (Fassbender), que ejerce de defensor en El Paso, ha decidido adentrarse en el mundo del tráfico de drogas para solventar algunos problemillas financieros y mantener el alto estatus de vida del que disfruta. Tras los primeros diálogos, nada reveladores, se implica en el negocio gracias a la mediación de su amigo Renier, un Javier Bardem en una caracterización fantástica y esperpéntica, pero mejor actuada. El letrado en cuestión recurre luego a Westray (un Brad Pitt a lo vaquero) “peso mediano” del negocio que en las primeras de cambio pareciera más próximo y confiable en su trato que el propio Bardem.  

Está claro que la película va de estereotipos, duros personajes que llegan a abandonar por momentos esa rigidez sin perder la elegancia y se tornan ligeramente caricaturescos, como Renier cuando relata la artificiosa escena erótica de su mujer sobre el Ferrari. 

Curiosamente a Fassbender, quien vive en las afueras de Ciudad Juárez y aparenta ser un curtido en el terreno, todos quieren darle consejos en torno a los peligros de trabajar con el cartel mexicano. Acaso debería suponer de antemano los riesgos, incluso sin haber visto ni un solo episodio de Breaking Bad. Pero el guión lo dibuja confiado y hasta increíblemente desprevenido para transformarlo estrepitosamente en un hombre muy asustado cuando las cosas empiezan a ir color de hormiga. La representación femenina por su parte, es la del clásico cuento de hadas. Laura (Penélope Cruz) es la buena, inocente, modosa y linda novia del guapo abogado  que personifica los altos valores morales. Para ella hasta el sexo en pleno siglo XXI es un placer contenido. Mientras en la otra esquina, Malkina (Cameron Díaz), es la encarnación de la malvada bruja (con un detestable diente de oro) y la seducción felina movida por la avaricia. Su nombre evoca al Mal, y recuerda a la Salma Hayek de Los Salvajes de Oliver Stone. 
Fassbender y Bardem en El Consejero.

De Fronteras
Fronteriza con la obra anterior del mismo autor, “No es país para viejos” (2005), El Consejero recoge su espíritu cuando pretende reflexionar sobre la cultura de la sangre y el fin de un modo de vida. Un thriller ambientado en territorio limítrofe entre EEUU y México con pretensiones de tratado filosófico acerca del destino, la “ritualización” de la violencia y el ocaso de la épica, tras las tinieblas del negocio de las drogas. El concepto de que en este negocio… no hay lugar para los débiles. Pero el resultado sombrío y sangriento de los hermanos Coen es rebanado en el film de Scott en beneficio de otros derroteros. Si ambas expresan el cruel poder de la codicia y la condena a la debilidad, Scott ha decidido  introducir un acorde de tensión sostenido, a modo de sospecha y amenaza, que atraviesa todo el film para decirnos que la cosa se puede poner chunga sin alardes sanguinolentos. Pero en esta película,  la guerra se librará más en el terreno de lo intelectual. Son puntuales los asesinatos, casi diríamos que “tratados con elegancia” para sugerir que una muerte atroz espera en nombre de la ambición, y que como en toda la obra de McCarthy, el mal se va colando, triunfante sin dejar espacio a redenciones ni consuelo.


Las cosas están y de un día para otro ya no están. Echarlas de menos es confiar en que volverán. Pero las cosas no vuelven. 


El Consejero es una muy buena pieza cinematográfica, pero lejos está de la gran narrativa de los Coen y  vale decir, que también lo está de su escalofriante hiperviolencia, de sus discursos malsanamente trágicos en Blood Simple o Fargo. Para los amantes del cine splatter esta película no será su mayor hallazgo. Tampoco alcanza la prolija ficción ni el “sabelotodonismo” (si me permiten la licencia literaria)  de Tarantino, pero goza de una acertada dosis de cinismo y reflexión que se equilibra con un toque de comedia. 

Bardem, Cruz, Scott y Fassbender en un photocall en Londres.



Cual tragedia griega
El autor omite las identidades de las figuras centrales detrás de las transacciones. Los jefes, los capos, no parecen relevantes. Interesa lo que se desarrolla en los personajes de mando medio, los que tienen un pie en aquel mundo del delito y el otro en el de la legalidad aún, los que ocupan el espacio-tiempo de la elección. Y mejor aún interesa lo que ocurre en sus cabezas. Entonces, la película se torna en moraleja y decide ofrecer lecciones más que mostrar dinámicas del negocio, sicariatos y linchamientos. Objetivo que consigue pese al vuelo fugaz que libra sobre sus personajes y que alcanza, incluso a los protagonistas y a la descripción de sus relaciones. Fassbender está muy enamorado de Laura, poco más se conoce de aquel vínculo pero eso no dificulta que sus diálogos, aunque verdaderamente escasos, avancen a los acontecimientos con una pretensión literaria y profética. 

Tanto los copiosos consejos como las infinitas reflexiones de sus personajes, incluyendo la larga parrafada de Rubén Blades por el teléfono, adquieren un valor fundamental en la pieza cinematográfica de Scott. Los diálogos son poderosos e inteligentes aunque, a menudo poco creíbles. Asistimos entonces a la proyección del Consejero como si se tratara de una tragedia del antiguo teatro griego, donde el coro "sugiere y preanuncia los derroteros por los que se va a encaminar la acción; advierte a los personajes del peligro que corren con su conducta y de las desgracias que se ciernen sobre ellos, interroga a los dioses sobre el destino” (Estébanez Calderón). 

Penélope Cruz como Laura en El Consejero.




Solo sé que el mundo en el que intenta usted enmendar sus errores no es el mundo en el que fueron cometidos. Está en una encrucijada y piensa qué camino debe elegir. Pero no hay nada que elegir. Aquí no existe más que la aceptación. La elección se hizo tiempo atrás. 


Sin embargo, también contiene algunos diálogos triviales y casi absurdos que poco añaden a la trama, probablemente en la pretensión de alcanzar las frívolas pero memorables intervenciones “Tarantinescas”, sin conseguirlo.

Scott hace un pertinente uso de las elipsis y los flashbacks, con sus magníficos recursos consigue que todo parezca tan elegante como resulte posible y que las escenas luzcan logradas. 

Lo importante es comprender que  McCarthy en la alquimia de Scott nos está hablando de un asunto que le ha ocupado muchas neuronas y páginas: la codicia y el mal. De cómo una persona debe arrastrar sus culpas y afrontar los propios errores de forma imperativa e independiente de su capacidad para hacerlo. De cómo el mal está siempre al acecho, aunque en apariencia dormido, esperando a ser llamado.

Dice McCarthy “Él (el abogado) es un hombre decente que se levanta una mañana y decide hacer algo equivocado. Y eso es todo lo que toma. Algunas personas pueden vivir vidas horribles, hacer todo mal, y morir pacíficamente en sus camas a 102 años de edad. El Consejero no es uno de ellos".

Michael Fassbender en el papel del abogado aconsejado... de El Consejero.

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