Crítica de Marcelo Espiñeira.
La traumática relación entre el pueblo nativo y el salvaje colonizador en busca de las Indias, ha dejado heridas que en parte siguen sin cicatrizar en Latinoamérica.
Por este motivo, probablemente, este período histórico ha sido bastante evitado en la filmografía de los realizadores americanos y europeos. Como si fuera más conveniente eludir comprenderlo. Como si costara demasiado trabajo ponerse en el lado del otro, aunque sea en una ficción, como bien propone el filme español “Tambien la lluvia”.
La cineasta Icíar Bollaín (Madrid, 1967) se ha atrevido a replantearse la gesta del gran navegante Cristóbal Colón. Intocable para muchos, cruel ave de rapiña para otros. Sus descubrimientos, de un indudable valor histórico para nuestra civilización, y además los que sembraron las bases de las riquezas de los imperios del viejo continente. Un antes y un después en la fundación de este espacio hipercomunicado que es nuestra sociedad contemporánea.
Sin embargo, los más de quinientos años transcurridos no han conseguido acercar posiciones en muchos aspectos relacionados con la conquista. Ni tampoco nos han servido para, al menos, juzgar su dudoso compromiso con los valores humanos. Y me refiero a la relación entre unos y otros. Sólo nos bastaría con constatar el feroz apetito comercial de algunas transnacionales, o el pensamiento vaticano, o la actitud paternalista de algunos gobiernos de los países centrales; para comprobar la vigencia de la opresión. El dominio sobre el otro, como objetivo intrínseco en las relaciones comerciales, diplomáticas o culturales. La colonia es una idea constante, nunca abandonada, ni tan sólo a medias.
Es evidente que Bollaín no ha querido filmar a Colón en medio del mar, con sus motines a bordo y su testarudo destino. En "También la lluvia" se cuenta una anécdota actual, la de un equipo de filmación de origen español, que está inmerso en una super producción de “bajo coste” en algún rincón de la sierra boliviana.
Luis Tosar en "También la lluvia". |
Junto a un gran Tosar, destaca la fragilidad expuesta por Gael García Bernal, que impregna de sutilezas a su personaje. Un director de cine insatisfecho, de caracter etéreo y algo superfluo, pero que intentará imponer sus sensibles criterios hasta el último instante.
La película montada dentro de la ficción se desbanda. Un conflicto social propio del lugar elegido para filmar, acaba boicoteando el proyecto en sus mismos cimientos. Pero, fundamentalmente, provocará que de los miembros del equipo emerjan una interesante variedad de posibles actitudes ante el stress que provoca la situación extrema.
Habrá quienes abandonen el barco, exhibiendo un profundo egoísmo; y otros que encontrarán la oportunidad para darle sentido a sus esqueléticos andares. Bien se sabe que tocar fondo puede servirnos para cubrir un vacío profundo.
Escena de "También la lluvia". |
El filme no deja un sabor pesimista, todo lo contrario. Apuesta por enfrentar los males de una relación abusiva, delatando las debilidades del poderoso y también del oprimido. Evitando blancos y negros, usando tonos intermedios, buscando ese color que nos permita ser mejores en un futuro cercano.
Gael García Bernal en "También la lluvia". |
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