Espero al actor en el salón de entrada del Teatro Sala Capitol, en la Rambla de Barcelona, a escasos metros de la plaza Catalunya. Unos minutos más tarde de lo convenido, Godoy (Montevideo, 1942) aparece bajo una gruesa chaqueta de pana marrón, refugiándose del gélido invierno nocturno. Ni bien me ve (no me conocía previamente), comienza a hablarme sin pausa. Es su estilo de comunicarse, no puedo dudarlo un instante. Se disculpa antes que nada por su demora, y me comenta que había estado hablando de Gardel para una entrevista radial y no recuerdo que otras historias me cuenta. Godoy no parece tener necesidad de respirar, solo habla y habla. Es el rey del monólogo. Como lo demuestra cada fin de semana con “Verás que todo es mentira” en el teatro antes citado, sobre un texto en el que participa Berto Romero y produce Andreu Buenafuente.
Sin embargo, su tono jocoso inicial, salpicado de frases planeadas para divertir a los demás, con el transcurrir de la charla va dejando paso a otro perfil más filosófico y sincero.
Como el perteneciente a un respetable presidente de escalera que por las noches se transforma en el super-monologuista que todos conocemos, aquel que nos hace reír sin parar. Un Godoy en tono confidente, reflexivo, metafísico.
Una entrevista de Marcelo Espiñeira.
Dónde está la verdad, dónde está la mentira? Por qué has elegido ese borde difuso para tu espectáculo?
GODOY: Me ha costado mucho llegar a este espectáculo. Y curiosamente, una frase del escritor Jorge Luis Borges fue algo que me guió bastante. El decía que “decir siempre la verdad es símbolo de pedantería”. Si siempre estás diciendo la verdad, es que eres un imbecil. Y a partir de ahí, comencé a armar este guión.
Todo es mentira, entonces?
Sí, la vida es una gran mentira. “La vida es un gran cuento narrado por un idiota lleno de furia y ruido”, decía el Macbeth de Shakespeare. Todo es un gran cuento.
Y ya de pequeño eras un gran mentirosillo?
Sí, en mi casa con mi madre, en el colegio con los demás niños. Aún hoy cuando regreso a Montevideo, mis colegas de siempre me recuerdan mi forma de ser de cuando era jóven. Por ejemplo, que era de imitar a los profesores, o que siempre estaba contando chistes. También le mentía mucho a las niñas. Mi madre también era una gran mentirosa y yo aprendí de ella. Y luego me hice actor, y encima soy mentiroso... pues, me cago en la puta...(se ríe).
En la actuación comenzaste de joven?
Empecé tarde...a los dieciocho años...(se ríe). Y de casualidad. No había pisado un teatro hasta esa edad. Mi padre era bailarín de tango y mi madre era bailarina, pero nunca me habían llevado al teatro. Y un amigo español de mi barrio, algo que nunca hubiera imaginado de ese españolito de Vigo, fue el primero en llevarme.
Teníamos unos dieciseis o diecisiete años, y estábamos en la esquina con los amiguetes. Y este chico me comenta que había ido al teatro. “A dóndeee?” le respondo yo. “Al teatro” me reitera. “Dejate de joder gallego, no me jodas”, le digo. Y sí, iba a los exámenes de arte dramático del teatro de Montevideo. Iba para levantar minas, para ligar. Divinas, las mujeres de teatro eran hermosas.
Y un día me animé a acompañarlo. Fuí al teatro y me quedé muerto. Hacían “Las noches blancas” de Dostoyevski. Y me mató. Entonces, hablé con otro amigo algo mayor que yo, que era Sancho Gracia, y le pedí que me metiera en ese mundo. Y me apunté a clases y de ahí que no paré nunca. Y en el año 2012 cumpliré mi cincuenta aniversario en el teatro.
Cuando comenzaste a trabajar con tus propios textos?
En el año ´74, cuando llegué aquí. Mi mujer estaba muy buena, era muy bella. Ella también estaba buscando trabajo y el dueño de un cabaret que estaba en el barrio de Sant Antoni, la vió y la quiso contratar. Ya Franco estaba por morir y el cabaret resurgía. Y por aquel trabajo que le ofrecieron, decidimos quedarnos en Barcelona.
Yo iba todas las noches a buscarla al cabaret y un día el dueño me preguntó a mi también si quería montarme algun pequeño número contando chistes. Al principio me resistí un poco, pero pagaban bien. Entonces me inventé un gag, lo escribí para mi mujer y yo. Hacíamos un striptease los dos. Al principio yo la presentaba a ella luego de hacer un pequeño monólogo de cinco minutos.
A las dos semanas, me aumentaron el espacio del monólogo a ocho minutos. Luego a quince, y así hasta a llegar a la media hora. Y ahora hago cuatro horas y media por noche...(se ríe).
Había otros monologuistas en aquellos días?
Había dos solos. Gila y Joan Capri. El tercero fui yo. El cuarto fue Javier Decanto que trabajó mucho en el mejor lugar que había en Barcelona en aquellos años, se llamaba Don Chufo. Y el cuarto fue Ángel Pavlovsky, actor argentino que se instaló en la ciudad en los años ´70. Y en el ´82, llegó el gran Pepe Rubianes, que venía de Cuba. Que ese año más que monólogos hacía sonidos onomatopeyicos. Luego comenzó a presentarse en La Cúpula de Venus, el sitio más hermoso que he visto en mi vida. Allí también actuaba Christa Leem, una chica preciosíma que fue musa de toda la intelectualidad catalana de la época. Una bailarina muy especial, era la gran musa del poeta Joan Brossa. Eramos solo nosotros. Ahora, me han comentado que hay más de trescientos monologuistas en España. Hoy monólogos hace cualquiera.
Igual, no todos tienen tu reconocimiento..
Claro, todos me dicen el “maestro”, el “viejo”, el “abuelo”... Lo mío ya es historia. Miguel Mihura decía: “el buen humorista es aquel que hace pensar. Y si además hace reir, es la hostia”. Estos chicos nuevos hacen reir, pero no hacen pensar.
Tus monólogos están sembrados de citas literarias, ¿eres un lector apasionado?
No tanto, leía mucho más antes. Ahora más que nada me dedico a releer algunos textos. A mí no me gusta hacer nada, soy un amante del ocio. Por eso me gustan tanto los griegos. Hablo mucho de ellos, porque los griegos inventaron el ocio. Además de inventar el teatro y la filosofía, inventaron el ocio también. Se rascaban las bolas los griegos...(risas). Pericles no gobernaba. Gobernaba Aspasia. Me gusta estar en mi casa. Entonces puedo coger un tomo de “La Codorniz” (revista de humor española editada entre 1941 y 1978) y leer un artículo, o meterme en internet, o leer un periódico donde Vargas Llosa dice una frase de Günter Grass que me gusta y la apunto. Así funciono normalmente, encontrándome con cosas interesantes. Hace poco leía en “El País” que se habían reunido 264 filósofos en Roma para hablar del destino. Me pareció fascinante. Doscientos sesenta tíos reunidos una semana para hablar del destino. Y llegaron a la conclusión que el destino es una energía, una fuerza totalmente incontrolable. Tú no puedes controlarlo. ¿Cómo vamos a controlar el futuro? ¿O la suerte?
No es el tiempo. Es el azar y el destino quien pone a la gente en su lugar...
Yo estoy pasando los mejores años de mi vida ahora, con casi setenta años. Cómo no me va a gustar a mi una frase de Luigi Pirandello que dice: “La juventud es tan maravillosa, que en realidad no es para los jóvenes”.
Y no crees que el destino podemos buscarlo un poco?
Conozco gente que busca la suerte, el trabajo, el amor, busca todo y están ahí...Mi hija busca la suerte y no encuentra lo que quiere y yo la paso mal. Sufre, está estresada. Yo he tenido suerte, porque siendo actor en España siempre me he mantenido bien. Y he visto caer a miles.
Sin embargo, creo que tu suerte tiene relación con tu esmero y tu trabajo.
Sí, estoy más viejo y estoy más sabio que antes. La experiencia es una cosa muy útil, pero que no sirve para nada (risas). Tu puedes tener experiencia, pero en realidad no sirve para nada. Yo aprendo con el tiempo, que no tengo que calentarme, que no tengo que volverme loco...Las cartas están hechadas, debo seguir evolucionando como persona, como ser humano, como padre, como abuelo, como amigo, como amante. Procuro, se aprende al andar, decía Machado. Pero me moriré aprendiendo. Es tan infinito todo esto. El conocimiento tiene un límite, pero la cultura es infinita.
Podrás saber de geografía, de historia, de ciencias...eso es conocimiento. Eso es limitado. Pero la cultura es muy amplia. La cultura es saber ser una buena persona. Ser bueno, ser compasible, ser buen compañero, eso es cultura. Hay médicos que no son cultos. Te atienden mal, son bordes, eso no es un tipo culto. Sabe de medicina, opera de la hostia, pero como persona deja mucho que desear.
Y esa cultura la has mamado en tu familia?
Mi mamá tiene 88 años, y sólo me pudo dar cariño. Y con el tiempo me di cuenta de su importancia. Yo he sido un imbécil, un machista durante muchos años y luego me fui dando cuenta de todo. Siento que he evolucionado, que he ganado mucho. Con este espectáculo me siento muy cómodo porque es muy reflexivo, estoy contando lo que siento. Hablo sobre la vida.
Finalmente veo que cuentas verdades en tus monologos...
Sí, pero a la verdad la distorsiono. El humor es una verdad distorsionada. Tomo cosas de mi yerno, de mis hijas, cosas que me han sucedido y las adapto para mi humor.
Y como me gusta decir: “la vida sería mucho mejor sino fuese diaria, porque nos jode la vida que sea todos los días”...(risas).
Con el teatro eres igual. Disfrutarías más si trabajaras menos?
No. Esto lo haría todos los días. Esto es una vida diferente a la otra. Esto me trae felicidad, me da tranquilidad, sosiego. La otra vida me trae preocupaciones, líos, problemas con el vecino de al lado... Soy el presidente de escalera en mi finca. “Señor Godoy que se rompió la bombilla, a ver quién la pone?” (dice, imitando a un vecino) Ésta pone la bombilla...(risas). (Godoy sigue hablando y hablando, no para jamás).
Sin embargo, su tono jocoso inicial, salpicado de frases planeadas para divertir a los demás, con el transcurrir de la charla va dejando paso a otro perfil más filosófico y sincero.
Como el perteneciente a un respetable presidente de escalera que por las noches se transforma en el super-monologuista que todos conocemos, aquel que nos hace reír sin parar. Un Godoy en tono confidente, reflexivo, metafísico.
Una entrevista de Marcelo Espiñeira.
Dónde está la verdad, dónde está la mentira? Por qué has elegido ese borde difuso para tu espectáculo?
GODOY: Me ha costado mucho llegar a este espectáculo. Y curiosamente, una frase del escritor Jorge Luis Borges fue algo que me guió bastante. El decía que “decir siempre la verdad es símbolo de pedantería”. Si siempre estás diciendo la verdad, es que eres un imbecil. Y a partir de ahí, comencé a armar este guión.
Todo es mentira, entonces?
Sí, la vida es una gran mentira. “La vida es un gran cuento narrado por un idiota lleno de furia y ruido”, decía el Macbeth de Shakespeare. Todo es un gran cuento.
Y ya de pequeño eras un gran mentirosillo?
Sí, en mi casa con mi madre, en el colegio con los demás niños. Aún hoy cuando regreso a Montevideo, mis colegas de siempre me recuerdan mi forma de ser de cuando era jóven. Por ejemplo, que era de imitar a los profesores, o que siempre estaba contando chistes. También le mentía mucho a las niñas. Mi madre también era una gran mentirosa y yo aprendí de ella. Y luego me hice actor, y encima soy mentiroso... pues, me cago en la puta...(se ríe).
En la actuación comenzaste de joven?
Empecé tarde...a los dieciocho años...(se ríe). Y de casualidad. No había pisado un teatro hasta esa edad. Mi padre era bailarín de tango y mi madre era bailarina, pero nunca me habían llevado al teatro. Y un amigo español de mi barrio, algo que nunca hubiera imaginado de ese españolito de Vigo, fue el primero en llevarme.
Teníamos unos dieciseis o diecisiete años, y estábamos en la esquina con los amiguetes. Y este chico me comenta que había ido al teatro. “A dóndeee?” le respondo yo. “Al teatro” me reitera. “Dejate de joder gallego, no me jodas”, le digo. Y sí, iba a los exámenes de arte dramático del teatro de Montevideo. Iba para levantar minas, para ligar. Divinas, las mujeres de teatro eran hermosas.
Y un día me animé a acompañarlo. Fuí al teatro y me quedé muerto. Hacían “Las noches blancas” de Dostoyevski. Y me mató. Entonces, hablé con otro amigo algo mayor que yo, que era Sancho Gracia, y le pedí que me metiera en ese mundo. Y me apunté a clases y de ahí que no paré nunca. Y en el año 2012 cumpliré mi cincuenta aniversario en el teatro.
Cuando comenzaste a trabajar con tus propios textos?
En el año ´74, cuando llegué aquí. Mi mujer estaba muy buena, era muy bella. Ella también estaba buscando trabajo y el dueño de un cabaret que estaba en el barrio de Sant Antoni, la vió y la quiso contratar. Ya Franco estaba por morir y el cabaret resurgía. Y por aquel trabajo que le ofrecieron, decidimos quedarnos en Barcelona.
Yo iba todas las noches a buscarla al cabaret y un día el dueño me preguntó a mi también si quería montarme algun pequeño número contando chistes. Al principio me resistí un poco, pero pagaban bien. Entonces me inventé un gag, lo escribí para mi mujer y yo. Hacíamos un striptease los dos. Al principio yo la presentaba a ella luego de hacer un pequeño monólogo de cinco minutos.
A las dos semanas, me aumentaron el espacio del monólogo a ocho minutos. Luego a quince, y así hasta a llegar a la media hora. Y ahora hago cuatro horas y media por noche...(se ríe).
Había otros monologuistas en aquellos días?
Había dos solos. Gila y Joan Capri. El tercero fui yo. El cuarto fue Javier Decanto que trabajó mucho en el mejor lugar que había en Barcelona en aquellos años, se llamaba Don Chufo. Y el cuarto fue Ángel Pavlovsky, actor argentino que se instaló en la ciudad en los años ´70. Y en el ´82, llegó el gran Pepe Rubianes, que venía de Cuba. Que ese año más que monólogos hacía sonidos onomatopeyicos. Luego comenzó a presentarse en La Cúpula de Venus, el sitio más hermoso que he visto en mi vida. Allí también actuaba Christa Leem, una chica preciosíma que fue musa de toda la intelectualidad catalana de la época. Una bailarina muy especial, era la gran musa del poeta Joan Brossa. Eramos solo nosotros. Ahora, me han comentado que hay más de trescientos monologuistas en España. Hoy monólogos hace cualquiera.
Igual, no todos tienen tu reconocimiento..
Claro, todos me dicen el “maestro”, el “viejo”, el “abuelo”... Lo mío ya es historia. Miguel Mihura decía: “el buen humorista es aquel que hace pensar. Y si además hace reir, es la hostia”. Estos chicos nuevos hacen reir, pero no hacen pensar.
Tus monólogos están sembrados de citas literarias, ¿eres un lector apasionado?
No tanto, leía mucho más antes. Ahora más que nada me dedico a releer algunos textos. A mí no me gusta hacer nada, soy un amante del ocio. Por eso me gustan tanto los griegos. Hablo mucho de ellos, porque los griegos inventaron el ocio. Además de inventar el teatro y la filosofía, inventaron el ocio también. Se rascaban las bolas los griegos...(risas). Pericles no gobernaba. Gobernaba Aspasia. Me gusta estar en mi casa. Entonces puedo coger un tomo de “La Codorniz” (revista de humor española editada entre 1941 y 1978) y leer un artículo, o meterme en internet, o leer un periódico donde Vargas Llosa dice una frase de Günter Grass que me gusta y la apunto. Así funciono normalmente, encontrándome con cosas interesantes. Hace poco leía en “El País” que se habían reunido 264 filósofos en Roma para hablar del destino. Me pareció fascinante. Doscientos sesenta tíos reunidos una semana para hablar del destino. Y llegaron a la conclusión que el destino es una energía, una fuerza totalmente incontrolable. Tú no puedes controlarlo. ¿Cómo vamos a controlar el futuro? ¿O la suerte?
No es el tiempo. Es el azar y el destino quien pone a la gente en su lugar...
Yo estoy pasando los mejores años de mi vida ahora, con casi setenta años. Cómo no me va a gustar a mi una frase de Luigi Pirandello que dice: “La juventud es tan maravillosa, que en realidad no es para los jóvenes”.
Y no crees que el destino podemos buscarlo un poco?
Conozco gente que busca la suerte, el trabajo, el amor, busca todo y están ahí...Mi hija busca la suerte y no encuentra lo que quiere y yo la paso mal. Sufre, está estresada. Yo he tenido suerte, porque siendo actor en España siempre me he mantenido bien. Y he visto caer a miles.
Sin embargo, creo que tu suerte tiene relación con tu esmero y tu trabajo.
Sí, estoy más viejo y estoy más sabio que antes. La experiencia es una cosa muy útil, pero que no sirve para nada (risas). Tu puedes tener experiencia, pero en realidad no sirve para nada. Yo aprendo con el tiempo, que no tengo que calentarme, que no tengo que volverme loco...Las cartas están hechadas, debo seguir evolucionando como persona, como ser humano, como padre, como abuelo, como amigo, como amante. Procuro, se aprende al andar, decía Machado. Pero me moriré aprendiendo. Es tan infinito todo esto. El conocimiento tiene un límite, pero la cultura es infinita.
Podrás saber de geografía, de historia, de ciencias...eso es conocimiento. Eso es limitado. Pero la cultura es muy amplia. La cultura es saber ser una buena persona. Ser bueno, ser compasible, ser buen compañero, eso es cultura. Hay médicos que no son cultos. Te atienden mal, son bordes, eso no es un tipo culto. Sabe de medicina, opera de la hostia, pero como persona deja mucho que desear.
Y esa cultura la has mamado en tu familia?
Mi mamá tiene 88 años, y sólo me pudo dar cariño. Y con el tiempo me di cuenta de su importancia. Yo he sido un imbécil, un machista durante muchos años y luego me fui dando cuenta de todo. Siento que he evolucionado, que he ganado mucho. Con este espectáculo me siento muy cómodo porque es muy reflexivo, estoy contando lo que siento. Hablo sobre la vida.
Finalmente veo que cuentas verdades en tus monologos...
Sí, pero a la verdad la distorsiono. El humor es una verdad distorsionada. Tomo cosas de mi yerno, de mis hijas, cosas que me han sucedido y las adapto para mi humor.
Y como me gusta decir: “la vida sería mucho mejor sino fuese diaria, porque nos jode la vida que sea todos los días”...(risas).
Con el teatro eres igual. Disfrutarías más si trabajaras menos?
No. Esto lo haría todos los días. Esto es una vida diferente a la otra. Esto me trae felicidad, me da tranquilidad, sosiego. La otra vida me trae preocupaciones, líos, problemas con el vecino de al lado... Soy el presidente de escalera en mi finca. “Señor Godoy que se rompió la bombilla, a ver quién la pone?” (dice, imitando a un vecino) Ésta pone la bombilla...(risas). (Godoy sigue hablando y hablando, no para jamás).
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