Escribe Marcelo Espiñeira.
Que la americana Google acapara una posición monopólica en el entorno digital no es una realidad tan conocida como su omnipresente motor de búsqueda en Internet. A esta herramienta indispensable para la navegación, utilizada por más del 90% de los internautas europeos, la compañía de Silicon Valley debe agregar su titularidad en Youtube, la plataforma Android y el correo electrónico Gmail, además de GoogleMaps, GoogleShopping e infinidad de servicios online en los que ya tiene o está a punto de conseguir una posición dominante en el mercado. Por esta razón y por supuestas prácticas que atentan contra la libre competencia, la Unión Europea ha presentado cargos en su contra.
Es probable que este caso judicial se parezca bastante a los protagonizados por Microsoft en 2004, 2006 y 2008, cuando recibiera cuantiosas sanciones por un total aproximado de 1.700 millones de euros luego de mantener 16 años de litigio con las autoridades de Bruselas. En aquellos años, las acusaciones recibidas por la empresa de Bill Gates se basaron fundamentalmente en las prácticas monopólicas que utilizara la compañía tecnológica para imponer el sistema operativo Windows a nivel mundial. Si bien Apple, Amazon y Google no se habían diferenciado demasiado en la implementación de sus ambiciosas políticas de acaparamiento de mercado, aun no parecía haber llegado la hora en que la UE se decidiera a investigarlos. Sin embargo, el escándalo de espionaje que destapara el caso Snowden en 2013, pareció allanar el camino para que el gobierno alemán endureciera sus posturas frente a las empresas americanas que gobiernan el tráfico de datos en la red y las telecomunicaciones. Tras haber trascendido en la prensa que el móvil de la canciller alemana había sido espiado, Angela Merkel fue categórica: "Espiar a los amigos no es algo aceptable" manifestó antes de promocionar la creación de una comisión parlamentaria de investigación del caso.
Desde hace algunos años atrás, coincidiendo con el fulgurante ascenso de Google y sus agresivos productos basados en el todo gratis, la UE también constató que los resultados fiscales del conglomerado no se correspondían ni remotamente con sus probadas ventas registradas por publicidad en el continente. Como quedara demostrado posteriormente, la ingeniería fiscal de la tecnológica le había permitido tributar sumas ridículas a través de complejos entramados que incluían la utilización de plazas como Irlanda u Holanda en sus operaciones, siempre en la búsqueda del número perfecto que aumentara ostensiblemente sus beneficios. Abarcándolo casi todo en Internet, ofreciendo servicios gratuitos y borrando a la competencia casi siempre, era evidente que Google comenzaría a granjearse poderosos enemigos. Así, el influyente sector de la prensa alemana, encabezado por el grupo editorial Axel Springer AG se convirtió en uno de sus principales contendientes. El dueño de la cabecera Bild, potente defensor del tándem político conservador que integran Angela Merkel en Alemania y Jean Claude Juncker en la UE, es un declarado adversario de Google en Europa. No solo ha irritado a Bild la amenazante posición dominante de Google en los entornos digitales, sino que ha sospechado públicamente acerca de las prácticas en la utilización de la ingente cantidad datos que posee el gigante. Es decir, que las máximas autoridades europeas estarían sospechando ahora mismo que Google sabe demasiado y que además utiliza estos conocimientos en detrimento de los propios intereses de la UE. Desde este enfoque se podría comprender mejor el trasfondo político que posee el proceso judicial encabezado por la comisaría de la Competencia de la UE, la danesa Margrethe Vestager, contra Google.
La demanda europea incluiría pruebas señalando que el popular buscador está muy lejos de poseer una política transparente en cuanto al posicionamiento de los resultados de búsquedas obtenidos a través de su utilización. También se estaría acusando a esta compañía de comprar paquetes de datos personales a diversas fuentes en operaciones poco claras o ciertamente alejadas de la legalidad, en un ámbito que Europa ha delimitado de manera mucho más precisa que la legislación norteamericana. De esta manera, el incumplimiento de la ley de protección de datos de los ciudadanos europeos podría transformarse en uno de los principales argumentos para acorralar a Google en los juzgados, tanto como la vulneración de las leyes de la competencia. No sorprende que así sea, luego de las declaraciones del ministro de Economía alemán, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, en las que advertía sobre "la existencia de un capitalismo salvaje basado en los datos", con representantes tan evidentes como Facebook, Apple, Amazon y Google, claros ejemplos de este fenómeno.
El principal temor del poder político alemán, compartido especialmente por sus socios franceses, radicaría en que este grupo de empresas alumbrado en el fértil Silicon Valley continúe expandiendo, sin control alguno, su capacidad para saberlo casi todo sobre cada uno de nosotros, en tiempo real. Una tendencia que a la luz de los acontecimientos parece imparable ya que se apoya de forma muy firme en la fascinación que sentimos por los promocionados avances de índole tecnológico que solemos incorporar de manera permanente en nuestra vida cotidiana. Así, nuestro historial de navegación por Internet, nuestro historial de compras online, nuestro historial de búsquedas en la red, nuestro historial de descargas de apps en el móvil o la identidad de nuestros amigos, contactos y declaraciones públicas a través de las diversas redes sociales, se han convertido en una jugosa moneda de cambio para terceros. Una circunstancia comprobada sobre la que una amplia mayoría de nosotros nos mostramos poco conscientes o nada interesados de momento.
Sería arriesgado afirmar que nuestros líderes políticos están juzgando a Google en nombre de la preservación de uno de los derechos más básicos, como el de la privacidad. Si así fuera, estaríamos ante una situación casi ideal. No obstante, parecería más sensato creer que la Comisión Europea persigue desactivar parte del poder que estas empresas norteamericanas poseen sobre los datos personales de los ciudadanos europeos como así también sobre sus empresas y capitales económicos o estratégicos. La información es poder y la UE no desearía que esta información continúe en las manos equivocadas. Es decir, en las de aquellas compañías que han auxiliado a la NSA, la central de espionaje norteamericana, en el control directo de los líderes europeos en un pasado reciente.
Es comprensible que nos cueste un gran esfuerzo adaptarnos a un cambio tan radical, pero es importante comprender que en el mundo actual ha variado el rol que han ejercido el carbón, el petróleo o el hierro durante la era industrial. Ahora vivimos en la era digital, donde los datos y la información han reemplazado a los combustibles fósiles como los recursos más valiosos. "O defendemos nuestra libertad y cambiamos nuestras políticas, o nos convertiremos en individuos hipnotizados digitalmente por un gobierno digital", advirtió de manera muy explícita el ministro alemán Sigmar Gabriel en una entrevista publicada por el periódico Frankfurter Allgemeine en 2014. "El futuro de la democracia europea está en juego ahora mismo. Y con ella, nada menos que la libertad, la emancipación, la participación y la autodeterminación de los 500 millones de ciudadanos en Europa". Es posible que Gabriel como Juncker sueñen con la creación de un entorno digital netamente europeo. Un espacio donde Google, Apple, Amazon y Facebook pudieran ser desplazados del centro que ocupan ahora mismo. Esta idea estaría basada en cimentar la posición de las compañías europeas más desarrolladas o aquellas que destaquen a nivel mundial. La británica Vodafone, la española Telefónica o la alemana Deutsche Telekom serían buenos ejemplos de las tecnológicas locales que han conseguido una cuota de liderazgo claramente comparable al de las norteamericanas o chinas. La presidencia de Juncker aspira explícitamente a la creación de un mercado único de las telecomunicaciones y los negocios digitales con sede europea. Bruselas buscará promover la armonización de las leyes nacionales sobre derecho de autor, protección de datos, la regulación de las telecomunicaciones y la subasta del espectro electromagnético utilizado por las redes de telefonía móvil. Esta fortaleza basada en la tecnología móvil es percibida entre algunos líderes europeos como fundamental para recuperar posiciones frente a los grandes acumuladores de datos norteamericanos. La batalla legal contra los abusos de estas últimas compañías, haría el resto del trabajo.
Ante este verdadero ataque de tenazas, Google no tardó demasiado en salir al cruce y defenderse. En perspectiva, la ofensiva europea se pudo constatar con la siembra de conflictos legales en ámbitos judiciales nacionales contra la corporación americana. Así, desde España progresó la demanda presentada por el abogado gallego Mario Costeja. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) reconoció el denominado "derecho al olvido" en Internet. Es decir, el derecho a que se elimine de la red una información personal antigua que perjudica a un individuo. "Luchar contra Google es luchar contra Dios" dijo el letrado que venció en los tribunales a esta deidad, al tiempo que ponía en alerta a sus costosos equipos de defensa legal sobre la munición gruesa que estaría dispuesta a utilizar la UE contra ellos.
En el Reino Unido, la compañía sufrió otro revés legal importante cuando sus representantes fueron interrogados en el Parlamento junto a los de Starbucks y Apple en 2013. Luego de soportar un interrogatorio en un tono inquisitorio bastante agresivo que evidentemente perseguía desnudar las prácticas de elusión fiscal de estas tres corporaciones e instalar en la opinión pública el problema que representan para los contribuyentes, los ejecutivos de Google accedieron a bajar el tono de la confrontación inicial y buscar fórmulas de acuerdo con las autoridades. Sin embargo, poco han conseguido con su cara más amable. El gobierno de David Cameron anunció en diciembre pasado la presentación de un proyecto de ley que gravaría con el 25% los beneficios de las empresas que, como Google, eluden el pago de los impuestos de sociedades mediante el desvío de sus beneficios hacia sedes radicadas en paraísos fiscales. La medida ha sido bautizada por la prensa inglesa como "impuesto Google" ya que es un traje a medida para contrarrestar las tácticas elusivas de la tecnológica.
Antes estas derrotas en el terreno judicial, la compañía se ha visto forzada a ceder en sus poco transparentes políticas de privacidad y conceder ciertos acuerdos con organismos gubernamentales que ahora podrán ejercer cierto control sobre sus contenidos. A partir de ahora, en Gran Bretaña, Google deberá proporcionar a los usuarios que lo soliciten, una lista completa de los tipos de datos que se han recogido sobre ellos y el propósito por el que se ha producido esta recolección. También deberá proporcionar información sobre los terceros que recogen esta información y con qué propósito. Este acuerdo con la Oficina del Comisionado de la Información del Reino Unido aporta un nivel inédito de transparencia en la recolección y procesamiento de datos que realiza Google y que próximamente se haría extensivo al resto de países de la UE.
Google está formalmente acusado de manipular los resultados de su motor de búsqueda para favorecer a sus propios productos y servicios. Bajo este argumento, la Unión Europea ha lanzado la mayor ofensiva legal contra la todopoderosa corporación con sede en San Francisco, EEUU, conocida hasta la fecha. Es muy lógico sospechar que las motivaciones de semejante pleito tengan una raíz política con tintes de guerra geopolítica y estratégica, o que esta disputa no acabará en una simple sanción económica. Lamentablemente, también intuimos al espionaje como el gran resucitado del siglo XXI, probablemente relanzado gracias a las nuevas dinámicas que ha favorecido la mismísima era digital a través de sus ilimitados artilugios tecnológicos y la lógica de pensamiento impuesta en el área diplomática luego de los atentados de las torres gemelas de 2001.
Las revelaciones del caso Snowden nos enseñaron que el espionaje ha vuelto a tensar la cuerda entre ciertos Estados que habían alcanzado una convivencia armónica y duradera desde el final de la Segunda Guerra, más precisamente Alemania y EEUU. Respecto a la relación entre ambos países, un vuelco importante se ha producido durante la semana pasada, cuando el semanario alemán Der Spiegel publicara que los servicios secretos alemanes (BND) habrían colaborado con los americanos de la NSA desde 2003 hasta 2009, en el monitoreo de políticos franceses, diversas autoridades de la UE y empresas estratégicas como Airbus. Una acusación muy grave que podría convertirse en un escándalo mayúsculo para el gobierno de Merkel, porque la investigación señala al exministro del interior alemán entre 2005 y 2009, Thomas de Maizière, como el principal implicado en la colaboración con los espías americanos.
La implicación en el posible espionaje de las actividades de Nicolás Sarkozy y otros líderes europeos podrían poner en un serio aprieto al actual gobierno de Angela Merkel, del que ya se han desmarcado ministros como el anteriormente citado Sigmar Gabriel. En días en que la UE negocia de manera poco clara y a espaldas de sus ciudadanos un acuerdo de libre comercio con los EEUU (TTIP), esta revelación periodística podría cambiar muchas decisiones en un futuro cercano. Al menos, la opinión pública alemana siempre se ha mostrado particularmente sensible a los casos de espionaje, luego de haber sufrido los horrores del nazismo o hasta finales del siglo pasado, la máxima tensión de la guerra fría representada por el muro de un Berlín dividido en dos bloques antagónicos.
Si Internet ha propiciado el auge del comercio mundial y el fenómeno de la globalización, ahora también constatamos el alcance del gran negocio empresarial montado alrededor del acopio de los datos de los particulares, el denominado bigdata. Google es el gran paradigma de este tipo de empresas, una corporación que ha crecido demasiado. No pocos sospechan que posee un tesoro informativo incalculable. Ahora, la Comisión Europea luce decidida a establecer un límite más claro a su avidez por saberlo todo sobre todos. ¿Podrá conseguirlo? Esta partida de ajedrez geopolítico no ha hecho más que comenzar.
Que la americana Google acapara una posición monopólica en el entorno digital no es una realidad tan conocida como su omnipresente motor de búsqueda en Internet. A esta herramienta indispensable para la navegación, utilizada por más del 90% de los internautas europeos, la compañía de Silicon Valley debe agregar su titularidad en Youtube, la plataforma Android y el correo electrónico Gmail, además de GoogleMaps, GoogleShopping e infinidad de servicios online en los que ya tiene o está a punto de conseguir una posición dominante en el mercado. Por esta razón y por supuestas prácticas que atentan contra la libre competencia, la Unión Europea ha presentado cargos en su contra.
Es probable que este caso judicial se parezca bastante a los protagonizados por Microsoft en 2004, 2006 y 2008, cuando recibiera cuantiosas sanciones por un total aproximado de 1.700 millones de euros luego de mantener 16 años de litigio con las autoridades de Bruselas. En aquellos años, las acusaciones recibidas por la empresa de Bill Gates se basaron fundamentalmente en las prácticas monopólicas que utilizara la compañía tecnológica para imponer el sistema operativo Windows a nivel mundial. Si bien Apple, Amazon y Google no se habían diferenciado demasiado en la implementación de sus ambiciosas políticas de acaparamiento de mercado, aun no parecía haber llegado la hora en que la UE se decidiera a investigarlos. Sin embargo, el escándalo de espionaje que destapara el caso Snowden en 2013, pareció allanar el camino para que el gobierno alemán endureciera sus posturas frente a las empresas americanas que gobiernan el tráfico de datos en la red y las telecomunicaciones. Tras haber trascendido en la prensa que el móvil de la canciller alemana había sido espiado, Angela Merkel fue categórica: "Espiar a los amigos no es algo aceptable" manifestó antes de promocionar la creación de una comisión parlamentaria de investigación del caso.
...las autoridades europeas
sospecharían ahora mismo que
Google sabe demasiado
y que además utiliza estos conocimientos
en detrimento de los propios intereses
de la Unión Europea...
La demanda europea incluiría pruebas señalando que el popular buscador está muy lejos de poseer una política transparente en cuanto al posicionamiento de los resultados de búsquedas obtenidos a través de su utilización. También se estaría acusando a esta compañía de comprar paquetes de datos personales a diversas fuentes en operaciones poco claras o ciertamente alejadas de la legalidad, en un ámbito que Europa ha delimitado de manera mucho más precisa que la legislación norteamericana. De esta manera, el incumplimiento de la ley de protección de datos de los ciudadanos europeos podría transformarse en uno de los principales argumentos para acorralar a Google en los juzgados, tanto como la vulneración de las leyes de la competencia. No sorprende que así sea, luego de las declaraciones del ministro de Economía alemán, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, en las que advertía sobre "la existencia de un capitalismo salvaje basado en los datos", con representantes tan evidentes como Facebook, Apple, Amazon y Google, claros ejemplos de este fenómeno.
El principal temor del poder político alemán, compartido especialmente por sus socios franceses, radicaría en que este grupo de empresas alumbrado en el fértil Silicon Valley continúe expandiendo, sin control alguno, su capacidad para saberlo casi todo sobre cada uno de nosotros, en tiempo real. Una tendencia que a la luz de los acontecimientos parece imparable ya que se apoya de forma muy firme en la fascinación que sentimos por los promocionados avances de índole tecnológico que solemos incorporar de manera permanente en nuestra vida cotidiana. Así, nuestro historial de navegación por Internet, nuestro historial de compras online, nuestro historial de búsquedas en la red, nuestro historial de descargas de apps en el móvil o la identidad de nuestros amigos, contactos y declaraciones públicas a través de las diversas redes sociales, se han convertido en una jugosa moneda de cambio para terceros. Una circunstancia comprobada sobre la que una amplia mayoría de nosotros nos mostramos poco conscientes o nada interesados de momento.
Sería arriesgado afirmar que nuestros líderes políticos están juzgando a Google en nombre de la preservación de uno de los derechos más básicos, como el de la privacidad. Si así fuera, estaríamos ante una situación casi ideal. No obstante, parecería más sensato creer que la Comisión Europea persigue desactivar parte del poder que estas empresas norteamericanas poseen sobre los datos personales de los ciudadanos europeos como así también sobre sus empresas y capitales económicos o estratégicos. La información es poder y la UE no desearía que esta información continúe en las manos equivocadas. Es decir, en las de aquellas compañías que han auxiliado a la NSA, la central de espionaje norteamericana, en el control directo de los líderes europeos en un pasado reciente.
...es posible que la Unión Europea
sueñe con la creación
de un entorno digital netamente europeo,
donde Google sea desplazado del centro...
Es comprensible que nos cueste un gran esfuerzo adaptarnos a un cambio tan radical, pero es importante comprender que en el mundo actual ha variado el rol que han ejercido el carbón, el petróleo o el hierro durante la era industrial. Ahora vivimos en la era digital, donde los datos y la información han reemplazado a los combustibles fósiles como los recursos más valiosos. "O defendemos nuestra libertad y cambiamos nuestras políticas, o nos convertiremos en individuos hipnotizados digitalmente por un gobierno digital", advirtió de manera muy explícita el ministro alemán Sigmar Gabriel en una entrevista publicada por el periódico Frankfurter Allgemeine en 2014. "El futuro de la democracia europea está en juego ahora mismo. Y con ella, nada menos que la libertad, la emancipación, la participación y la autodeterminación de los 500 millones de ciudadanos en Europa". Es posible que Gabriel como Juncker sueñen con la creación de un entorno digital netamente europeo. Un espacio donde Google, Apple, Amazon y Facebook pudieran ser desplazados del centro que ocupan ahora mismo. Esta idea estaría basada en cimentar la posición de las compañías europeas más desarrolladas o aquellas que destaquen a nivel mundial. La británica Vodafone, la española Telefónica o la alemana Deutsche Telekom serían buenos ejemplos de las tecnológicas locales que han conseguido una cuota de liderazgo claramente comparable al de las norteamericanas o chinas. La presidencia de Juncker aspira explícitamente a la creación de un mercado único de las telecomunicaciones y los negocios digitales con sede europea. Bruselas buscará promover la armonización de las leyes nacionales sobre derecho de autor, protección de datos, la regulación de las telecomunicaciones y la subasta del espectro electromagnético utilizado por las redes de telefonía móvil. Esta fortaleza basada en la tecnología móvil es percibida entre algunos líderes europeos como fundamental para recuperar posiciones frente a los grandes acumuladores de datos norteamericanos. La batalla legal contra los abusos de estas últimas compañías, haría el resto del trabajo.
Pasillo de uno de los centros de almacenaje de datos de Google. |
En el Reino Unido, la compañía sufrió otro revés legal importante cuando sus representantes fueron interrogados en el Parlamento junto a los de Starbucks y Apple en 2013. Luego de soportar un interrogatorio en un tono inquisitorio bastante agresivo que evidentemente perseguía desnudar las prácticas de elusión fiscal de estas tres corporaciones e instalar en la opinión pública el problema que representan para los contribuyentes, los ejecutivos de Google accedieron a bajar el tono de la confrontación inicial y buscar fórmulas de acuerdo con las autoridades. Sin embargo, poco han conseguido con su cara más amable. El gobierno de David Cameron anunció en diciembre pasado la presentación de un proyecto de ley que gravaría con el 25% los beneficios de las empresas que, como Google, eluden el pago de los impuestos de sociedades mediante el desvío de sus beneficios hacia sedes radicadas en paraísos fiscales. La medida ha sido bautizada por la prensa inglesa como "impuesto Google" ya que es un traje a medida para contrarrestar las tácticas elusivas de la tecnológica.
Antes estas derrotas en el terreno judicial, la compañía se ha visto forzada a ceder en sus poco transparentes políticas de privacidad y conceder ciertos acuerdos con organismos gubernamentales que ahora podrán ejercer cierto control sobre sus contenidos. A partir de ahora, en Gran Bretaña, Google deberá proporcionar a los usuarios que lo soliciten, una lista completa de los tipos de datos que se han recogido sobre ellos y el propósito por el que se ha producido esta recolección. También deberá proporcionar información sobre los terceros que recogen esta información y con qué propósito. Este acuerdo con la Oficina del Comisionado de la Información del Reino Unido aporta un nivel inédito de transparencia en la recolección y procesamiento de datos que realiza Google y que próximamente se haría extensivo al resto de países de la UE.
...Google
es el gran paradigma
del negocio montado
alrededor del acopio
de información
sobre particulares...
Las asociaciones de editores de prensa también han tenido serios conflictos con las herramientas de Google. El recopilador de noticias GoogleNews fue suspendido de servicio en nuestro país luego de la sanción de la ley que imponía un canon sobre la reproducción de contenidos periodísticos en la red. El bautizado como “canon AEDE”, en referencia a la entidad que reúne a las cabeceras más reconocidas en España, estableció un dique de contención a otro de los servicios gratuitos que el gigante americano ofrecía basándose en la actividad generada por empresas ajenas. Sin embargo, la contraofensiva no se ha hecho esperar demasiado. Recientemente y para sorpresa de muchos, Google ha firmado un acuerdo de compensación económica con un sector de la prensa europea, donde están incluidas cabeceras tan destacadas como El País, The Guardian, La Stampa y Financial Times, en el que ofrece un aporte de 150 millones de euros a través de un programa denominado Digital News Initiative que facilitaría la integración de sus herramientas con las redacciones de estos periódicos con el objetivo de impulsar una prensa digital de calidad (sic). ¿Cambiar la cara de la compañía en una porción muy influyente de la prensa europea es la nueva estrategia de Google? Daría toda la impresión de que sí. No obstante, el incendio legal continúa expandiéndose cuando la comisaria de la competencia europea Margrethe Vestager presentara ante los tribunales el caso principal contra esta empresa en abril pasado.
El sinuoso camino que recorre el dinero generado por Google en Australia para acabar en Bermunda, un paraíso fiscal. |
Las revelaciones del caso Snowden nos enseñaron que el espionaje ha vuelto a tensar la cuerda entre ciertos Estados que habían alcanzado una convivencia armónica y duradera desde el final de la Segunda Guerra, más precisamente Alemania y EEUU. Respecto a la relación entre ambos países, un vuelco importante se ha producido durante la semana pasada, cuando el semanario alemán Der Spiegel publicara que los servicios secretos alemanes (BND) habrían colaborado con los americanos de la NSA desde 2003 hasta 2009, en el monitoreo de políticos franceses, diversas autoridades de la UE y empresas estratégicas como Airbus. Una acusación muy grave que podría convertirse en un escándalo mayúsculo para el gobierno de Merkel, porque la investigación señala al exministro del interior alemán entre 2005 y 2009, Thomas de Maizière, como el principal implicado en la colaboración con los espías americanos.
La implicación en el posible espionaje de las actividades de Nicolás Sarkozy y otros líderes europeos podrían poner en un serio aprieto al actual gobierno de Angela Merkel, del que ya se han desmarcado ministros como el anteriormente citado Sigmar Gabriel. En días en que la UE negocia de manera poco clara y a espaldas de sus ciudadanos un acuerdo de libre comercio con los EEUU (TTIP), esta revelación periodística podría cambiar muchas decisiones en un futuro cercano. Al menos, la opinión pública alemana siempre se ha mostrado particularmente sensible a los casos de espionaje, luego de haber sufrido los horrores del nazismo o hasta finales del siglo pasado, la máxima tensión de la guerra fría representada por el muro de un Berlín dividido en dos bloques antagónicos.
Si Internet ha propiciado el auge del comercio mundial y el fenómeno de la globalización, ahora también constatamos el alcance del gran negocio empresarial montado alrededor del acopio de los datos de los particulares, el denominado bigdata. Google es el gran paradigma de este tipo de empresas, una corporación que ha crecido demasiado. No pocos sospechan que posee un tesoro informativo incalculable. Ahora, la Comisión Europea luce decidida a establecer un límite más claro a su avidez por saberlo todo sobre todos. ¿Podrá conseguirlo? Esta partida de ajedrez geopolítico no ha hecho más que comenzar.
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