Una entrevista de Marcelo Espiñeira.
Podríamos decir que el blues es el fluído que da cierta unidad a la obra de Xarim Aresté (Flix, 1983). Sin embargo, su muy solicitada guitarra ha sabido dejar una impronta inconfundible en discos de artistas tan diversos como Maika Makovski, Pantanito o Sanjosex.
El blues no ha de ser una bestia fácil de domar y en eso parece estar siempre ocupado el bueno de Xarim. Así, el estilo salvaje de su música contrasta bastante
con un andar sereno o la humildad extrema que destila en el contacto con la prensa, como si esa fiera interior suya sólo se expresara a través de canciones en
un ejercicio cercano al exorcismo. Por supuesto que esta teoría no podremos corroborarla al completo porque sólo nos consta su febril productividad, plasmada
en 16 discos diferentes en un corto período de tiempo, desde setiembre de 2007 hasta hoy.
Con sus colegas, editó en 2010 el primer disco de Very Pomelo, la banda con los que ha ido puliendo su toque. Al errático Figaro, Figaro le siguió un sorprendente Xurrac Asclat (2011), disco que serviría para exhibirlo como un verdadero diamante en bruto,
protagonizando un rescate inesperado del espíritu más visceral del rock de raíces negras. Su presencia no pasó
desapercibida para Gerard Quintana, que inmediatamente lo invitó a la reconstrucción de los míticos Sopa de Cabra. Un experimento que acabó en sólida amistad y el fantástico Tothom ho sap compuesto en tándem por Quintana y Aresté. Antes, un tercer album con los Pomelo y su debut en solitario alcanzaron para cimentar su figura de artista inconforme, algo impulsivo,
pero indiscutiblemente sensible.
Luego, el tiempo que nunca transcurre en vano, parece haberlo guiado hasta hallar las coordenadas precisas de un disco tan pequeño e inmenso al mismo tiempo como La Rosada. Económico en sus recursos como generoso en sus ideas, las diez canciones componen un puzzle de combustión lenta, pleno de detalles atrapados en los difusos marcos impresionistas del compositor. En sus propias palabras: “este es un disco que anima al cambio, a la evolución. Al menos, de manera individual. La Rosada
es una invitación al nuevo día en el que todo será posible”.
Sin confinamientos, un espíritu libre se percibe con claridad en cada nota díscola, en cada alarido, en cada silencio. Pero no os dejéis engañar por las primeras impresiones, ya que este podría ser el disco más elaborado y consciente del artista. “Me he dejado ayudar mucho. He dejado partes en blanco para que mis amigos las pudieran rellenar a placer. Al final es un disco muy colectivo. Las guitarras eléctricas han perdido protagonismo. Me parece que esta vez la música está al servicio de las canciones. Antes, generalmente me servían de excusa para hacer música. Esta vez me he centrado en las canciones y en lo que quería decir en ellas”. No hace falta rebuscar demasiado para dar con conceptos definitivos en los temas de La
Rosada : Aquesta vida és
un regal // Tracta-la bé, // l'hauràs de tornar entona Xarim en La
Santa Espina antes que un piano honky tonk remate un ambiente de rhythm&blues. En esta dirección, el guitarrista redondea sus ideas: “tenemos que aprender a no necesitar, a no creernos que podamos necesitar nada. La felicidad se encuentra en lo que ya tenemos, no en lo que nos falta”.
Tras una mandolina con aromas napolitanos, suena el siguiente ruego: Només queden quatre fulles // no les arranquem, no les arranquem. // Ja de la darrera fruita no ens en recordem. // No ens en recordem. Imagen desoladora que conjuga con la visión del presente duro e infame que nos acosa. El autor ahonda en su parecer durante esta entrevista: “Parece que estamos un tanto desamparados cuando el Estado parece más un enemigo de las personas que otra cosa. Nadie va hacer nada por nosotros. Por todos lados nos bombardean con mierda. La comida es veneno, el agua apesta... vamos perdiendo derechos y privilegios. Parece que somos tan esclavos como siempre, solo que esta vez nos subyugan con confort y entretenimiento”.
Si el lamento es parte esencial del blues, también lo es en la música de Xarim Aresté. No obstante, mucha luz escapa entre las costuras de estas canciones, como un arrebato incontenible de esperanza: Si busques una llum // hauràs d'ignorar el fum. // El camí es va fent a cada passa. // Només hem de posar // la imaginació al poder. // Aquest món cada
dia em sorprén... concluye el bluesman de Flix.
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