Escribe Marcelo Espiñeira.
..."A veces hemos cometido errores, pero somos como somos"...
Mientras filosofaba el presidente del Reino en tierras valencianas, alguna trama de políticos corruptos todavía a salvo del radar de la justicia o a la sombra de las investigaciones policiales, podría estar cobrando una jugosa comisión de algún empresario agradecido por la adjudicación irregular de algún contrato en un distrito cualquiera de la geografía española. Una coincidencia incomprobable aunque demasiado probable, dirían algunos.
No obstante, es un hecho contrastable que para el jefe del Partido Popular los casos de corrupción más escandalosos pueden ser caratulados como simples errores en los imaginativos discursos de sus mítines. Y ante semejante afirmación no puedo evitar pensar en el escaso derecho a equivocarnos que habitualmente poseemos las personas comunes y corrientes. Aquellas que hemos elegido la senda del trabajo digno como medio de vida y que jamás dispondremos de abultadas cuentas bancarias, esparcidas por el territorio suizo, por valor de diez o doce millones de euros. En contrapartida, notamos a diario que dentro de la escena política local nunca parece estar mal visto un dirigente distraído, de esos que se equivoca bastante, siempre y cuando comparta el fruto de sus errores con los colegas adecuados.
Tan solo en el PP valenciano se acumulan hasta 50 imputados en casos judiciales por participación o utilización de tramas corruptas. Esta larga lista abarca a dirigentes variopintos desde un presidente de Diputación, pasando por diez diputados provinciales, muchos alcaldes y ediles a montones. Se calcula que las mordidas asestadas a lo largo de estos últimos años han sido de todos los tamaños, igual que las organizaciones criminales o los métodos utilizados para defraudar. Gürtel, Emarsa, Púnica, Nóos, Cooperación, Abucasis, Fabra, Rabasa, Brugal, RTVV, Auditorio Antonio Cabeda, Zona Franca, Carmelitas, Torrevieja, Almoradí y Trajes son los nombres de las 16 causas que reúnen un total de 99 implicados, 13 condenados y 4 presos de origen político en la Comunidad Valenciana, con aplastante mayoría de los populares.
Francisco Correa, Carlos Fabra, Ricardo Costa, Alfonso Rus, Juan Cotino, Álvaro Pérez, Alfonso Grau, Cristina Ibañez, Enrique Crespo, Pablo Crespo, Rafael Aznar y Sonia Castedo son los nombres más relevantes para la opinión pública dentro de la interminable lista de dirigentes populares que se equivocaban muy a menudo en Valencia. No hace falta ser una lumbrera para reconocer que en el PP regional se llegó a extender la corrupción como un método opaco de financiación partidaria, amen del enriquecimiento personal de los implicados en las tramas.
..."A veces hemos cometido errores, pero somos como somos"...
Mariano Rajoy
Mientras filosofaba el presidente del Reino en tierras valencianas, alguna trama de políticos corruptos todavía a salvo del radar de la justicia o a la sombra de las investigaciones policiales, podría estar cobrando una jugosa comisión de algún empresario agradecido por la adjudicación irregular de algún contrato en un distrito cualquiera de la geografía española. Una coincidencia incomprobable aunque demasiado probable, dirían algunos.
No obstante, es un hecho contrastable que para el jefe del Partido Popular los casos de corrupción más escandalosos pueden ser caratulados como simples errores en los imaginativos discursos de sus mítines. Y ante semejante afirmación no puedo evitar pensar en el escaso derecho a equivocarnos que habitualmente poseemos las personas comunes y corrientes. Aquellas que hemos elegido la senda del trabajo digno como medio de vida y que jamás dispondremos de abultadas cuentas bancarias, esparcidas por el territorio suizo, por valor de diez o doce millones de euros. En contrapartida, notamos a diario que dentro de la escena política local nunca parece estar mal visto un dirigente distraído, de esos que se equivoca bastante, siempre y cuando comparta el fruto de sus errores con los colegas adecuados.
Tan solo en el PP valenciano se acumulan hasta 50 imputados en casos judiciales por participación o utilización de tramas corruptas. Esta larga lista abarca a dirigentes variopintos desde un presidente de Diputación, pasando por diez diputados provinciales, muchos alcaldes y ediles a montones. Se calcula que las mordidas asestadas a lo largo de estos últimos años han sido de todos los tamaños, igual que las organizaciones criminales o los métodos utilizados para defraudar. Gürtel, Emarsa, Púnica, Nóos, Cooperación, Abucasis, Fabra, Rabasa, Brugal, RTVV, Auditorio Antonio Cabeda, Zona Franca, Carmelitas, Torrevieja, Almoradí y Trajes son los nombres de las 16 causas que reúnen un total de 99 implicados, 13 condenados y 4 presos de origen político en la Comunidad Valenciana, con aplastante mayoría de los populares.
Francisco Correa, Carlos Fabra, Ricardo Costa, Alfonso Rus, Juan Cotino, Álvaro Pérez, Alfonso Grau, Cristina Ibañez, Enrique Crespo, Pablo Crespo, Rafael Aznar y Sonia Castedo son los nombres más relevantes para la opinión pública dentro de la interminable lista de dirigentes populares que se equivocaban muy a menudo en Valencia. No hace falta ser una lumbrera para reconocer que en el PP regional se llegó a extender la corrupción como un método opaco de financiación partidaria, amen del enriquecimiento personal de los implicados en las tramas.
Pero en Valencia no acaba este pozo inmundo de la defraudación, casi siempre ejecutada sobre la misma víctima: el erario público. En este sentido, deberemos decir que los populares también se esmeraron para cometer errores en Madrid, Galicia, Canarias, Baleares y Murcia. Por su parte, los socialistas se equivocaron fundamentalmente en Andalucía, Extremadura, Asturias y Catalunya, tierra donde también han errado abundantemente los nacionalistas de CIU, igual que los del PNV en el País Vasco. Con la excepción hecha de Navarra, Rioja y Cantabria, donde todavía no se han registrado importantes casos de corrupción política, el Reino de España está salpicado por incontables causas judiciales que implican a 483 dirigentes políticos, empresarios afines o sindicalistas que anidan en la Administración Pública como si fuera un lugar fantástico donde todo puede acabar en el bolsillo ajeno, al que ahora bautizaremos como Ratolandia, en honor al roedor mayor, don Rodrigo Rato.
Con las elecciones municipales del 24M a la vuelta de la esquina, el CIS publica en estos días una encuesta nacional que adjudicaría al Partido Popular una victoria ajustada en la mayoría de los distritos electorales. Salvo en Barcelona, donde perdería mucho fuelle, el PP se impondría en las principales ciudades de España según estos sondeos. Entonces ¿Serán realmente ajenos a los casos de corrupción los votantes del Partido Popular, PSOE o CIU? ¿Será que la corrupción política ya está institucionalizada y asumida como un costo extra en este país? Es cierto que la citada encuesta ha sido realizada antes del escándalo de Rodrigo Rato y sus millones en Suiza, para ser publicada un mes más tarde. Sin embargo, no puedo evitar que crezca mi sospecha sobre la complicidad necesaria que buena parte de los ciudadanos podrían estar ejerciendo con esta ávida raza de ratones ambiciosos y hambrientos que gustan de montar sus negocios alrededor del esfuerzo general. Aquellos mismos que han estatizado las pérdidas y privatizado los beneficios, necesitan cómplices en variados estratos sociales. ¿Cómo consiguen esos cómplices los que nos han recortado el estado del bienestar hasta hacerlo casi invisible? Aquellos que según Rajoy son como son, a menudo se quedan con los bienes ajenos en sus bolsillos. ¿Está bien que consideremos al robo sistemático como simples errores? Me niego a creerlo.
La debacle general que hemos tenido que soportar tras la caída del imperio del ladrillo, nos ha desnudado como sociedad. Se han retirado los mantos piadosos que cubrían nuestras miserias y lo que hemos descubierto ha sido bastante lamentable en muchas oportunidades. La enorme mayoría de la clase política no ha dado la talla, pero la crisis de valores entre la alta dirigencia se percibe también en el ámbito privado. Ha bastado sólo un año como 2014 corrigiendo tibiamente el sentido recesivo de nuestra economía, para que los altos ejecutivos del Ibex35 se subieran sus salarios un 10% en promedio. Al tiempo que el salario medio en estas mismas empresas bajaba un 0,6% como regla general. Ahora mismo existen dirigentes de estas corporaciones que ganan más de 100 veces el salario medio de sus empresas. Una diferencia exacerbada que levantaría ampollas en la opinión pública de países más avanzados y democráticos, que quedan a escasos kilómetros de nuestra frontera pirineica.
¿Por qué siento que no hemos aprendido casi nada del padecimiento de estos años? O será que Rajoy es el que lleva razón en este asunto y esos errores que achaca a sus hábiles dirigentes que sirven para financiar los mítines, las campañas políticas y las comilonas de su agrupación política, conforman la única manera posible de entender el sistema democrático en la actualidad...
Al menos en España, esta premisa parece ser una constante. En Ratolandia... Rodrigo Rato sólo se ha equivocado, porque aquí todo lo que anda suelto puede acabar en el bolsillo ajeno...
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