Escribe Marcelo Espiñeira.
La renuncia del ministro de Hacienda y Finanzas del gobierno argentino tomó por sorpresa a unos cuantos. Si bien el economista Alfonso Prat-Gay no pudo presentar unos resultados acordes con sus buenas predicciones para 2016, también es cierto que cerró el conflicto legal con los fondos buitre en EEUU, abrió el mercado de deuda soberana nuevamente y acabó con el polémico cepo cambiario vigente durante los años del kirchnerismo. No obstante estos logros obtenidos durante su gestión, tampoco podemos olvidarnos de la subida del paro registrado, del tarifazo energético y de una discutida reforma fiscal que en combinación no lograron frenar el retroceso de la actividad económica en general.
Si bien el parón industrial está efectivamente relacionado con la menor demanda de un Brasil en recesión, el exministro nunca dio señales claras de conocer las coordenadas para sacar a la economía argentina del pozo en el que se ha vuelto a meter. Mientras tanto, en 2016, el gobierno ha tirado de billetera para tapar el agujero de un déficit fiscal cercano al 8,5%. Unos billetes que ha comprado a precio muy alto, porque nadie está financiando a un país con los vaivenes históricos como Argentina a tasas bajas, más bien todo lo contrario. Para colmo, el endeudamiento soberano se está haciendo a un ritmo muy rápido, mucho mayor al aconsejable para una economía saneada. Ante este panorama y con la victoria de Trump todavía reciente, el presidente Mauricio Macri eligió ubicar al argentino con mejores contactos personales con el entorno del presidente electo estadounidense en el relevo del saliente ministro. Hablamos del economista Nicolás Dujovne que fue nombrado en el área de Hacienda y cuyo suegro fuera el constructor de la Trump Tower en Punta del Este. Por su lado, el amigo personal del presidente Luis Caputo, fue nombrado en el área de Finanzas. Con esta movida política, Macri también eligió dividir aún más la mesa de dirección económica del gobierno, atomizando las tareas y asumiendo el riesgo personal de ser señalado como el único responsable final de las políticas aplicadas.
Esta doble apuesta del ejecutivo será sometida a un duro exámen durante este año, con elecciones legislativas previstas para la segunda parte de 2017 que servirán para renovar a la mitad de la Cámara de Diputados. Esta cita electoral podría interferir los planes para reducir el déficit fiscal que reclamaba Nicolás Dujovne desde su tribuna periodística antes de asumir la cartera de Hacienda. El ajuste que Prat-Gay eligiera postergar a base de endeudar el país a un ritmo acelerado, quedará ahora en manos de un Dujovne con menos responsabilidades directas que su antecesor pero con un apuro bastante mayor. A su favor podrían contar los 100.000 millones de dólares recaudados por una Amnistía Fiscal con resultados históricos, un líquido que seguramente restará algo de presión a un equipo económico que deberá afrontar el reto de reducir el gasto administrativo en un contexto poco favorable. Una tasa de pobreza muy alta, cercana al 35% de la población, es un lastre que ningún gobierno desearía tener cuando toca apretarse el cinturón y hacer números muy finos. La compañía aérea estatal, Aerolíneas Argentinas, sería una de las primeras víctimas del ajuste, pero no seguramente la última. El presidente sigue prometiendo un aluvión de inversiones extranjeras, que en 2016 no han pasado de buenas intenciones excepto algún caso muy puntual. Hasta ahora, la cosecha económica de Macri es muy pobre, justo en el área que todos imaginaban que pudiera destacar.
La renuncia del ministro de Hacienda y Finanzas del gobierno argentino tomó por sorpresa a unos cuantos. Si bien el economista Alfonso Prat-Gay no pudo presentar unos resultados acordes con sus buenas predicciones para 2016, también es cierto que cerró el conflicto legal con los fondos buitre en EEUU, abrió el mercado de deuda soberana nuevamente y acabó con el polémico cepo cambiario vigente durante los años del kirchnerismo. No obstante estos logros obtenidos durante su gestión, tampoco podemos olvidarnos de la subida del paro registrado, del tarifazo energético y de una discutida reforma fiscal que en combinación no lograron frenar el retroceso de la actividad económica en general.
Si bien el parón industrial está efectivamente relacionado con la menor demanda de un Brasil en recesión, el exministro nunca dio señales claras de conocer las coordenadas para sacar a la economía argentina del pozo en el que se ha vuelto a meter. Mientras tanto, en 2016, el gobierno ha tirado de billetera para tapar el agujero de un déficit fiscal cercano al 8,5%. Unos billetes que ha comprado a precio muy alto, porque nadie está financiando a un país con los vaivenes históricos como Argentina a tasas bajas, más bien todo lo contrario. Para colmo, el endeudamiento soberano se está haciendo a un ritmo muy rápido, mucho mayor al aconsejable para una economía saneada. Ante este panorama y con la victoria de Trump todavía reciente, el presidente Mauricio Macri eligió ubicar al argentino con mejores contactos personales con el entorno del presidente electo estadounidense en el relevo del saliente ministro. Hablamos del economista Nicolás Dujovne que fue nombrado en el área de Hacienda y cuyo suegro fuera el constructor de la Trump Tower en Punta del Este. Por su lado, el amigo personal del presidente Luis Caputo, fue nombrado en el área de Finanzas. Con esta movida política, Macri también eligió dividir aún más la mesa de dirección económica del gobierno, atomizando las tareas y asumiendo el riesgo personal de ser señalado como el único responsable final de las políticas aplicadas.
Macri junto a Dujovne y Caputo. |
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