Quienes monitorean de cerca la vida del CEO de Facebook han notado un notorio giro en el manejo de sus relaciones públicas. Para este fín de año publicó un saludo navideño en su cuenta, añadiendo que creía en Dios luego de ser interpelado por un usuario acerca de su conocido ateísmo. Esta conversión religiosa tan repentina bien podría pasar por anecdótica, salvo para alguien que tuviese intenciones de postularse como futuro candidato presidenciable en los Estados Unidos.
Este cambio de perfil tan significativo, estará acompañado por una intensa agenda social que llevará al ejecutivo a visitar más de veinte estados durante 2017.
La versión oficial de la compañía alude que Mark Zuckerberg se siente en parte responsable por el perjuicio que los avances tecnológicos estarían causando a un amplio número de sus compatriotas y que ahora desea conocer sus problemas más de cerca para intentar resolverlos en el futuro. Que nadie se quede afuera de la revolución tecnológica parece ser el leit motiv de un nuevo Zuckerberg, mejor capacitado para seducir a las masas, al que muchos ya se atreven a comparar con un político en plena campaña electoral.
Ni siquiera sus allegados más destacados, como el inversor Marc Andreessen, han negado la versión de que el fundador de Facebook planea dar el gran paso a la política norteamericana. Como si el reciente asalto del outsider Trump a la Casa Blanca hubiera dado alas a otros billonarios intrépidos, el caso de Zuckerberg amenaza con convertirse en uno muy controversial para la golpeada salud democrática de la potencia del norte. Imaginaos por un minuto que el jefe de la corporación con mayor y mejor acceso a la información íntima de los ciudadanos tuviera la posibilidad de convertirse en el presidente de los mismos espiados. Una historia orwelliana por dónde sea que la miremos.
Este cambio de perfil tan significativo, estará acompañado por una intensa agenda social que llevará al ejecutivo a visitar más de veinte estados durante 2017.
La versión oficial de la compañía alude que Mark Zuckerberg se siente en parte responsable por el perjuicio que los avances tecnológicos estarían causando a un amplio número de sus compatriotas y que ahora desea conocer sus problemas más de cerca para intentar resolverlos en el futuro. Que nadie se quede afuera de la revolución tecnológica parece ser el leit motiv de un nuevo Zuckerberg, mejor capacitado para seducir a las masas, al que muchos ya se atreven a comparar con un político en plena campaña electoral.
Ni siquiera sus allegados más destacados, como el inversor Marc Andreessen, han negado la versión de que el fundador de Facebook planea dar el gran paso a la política norteamericana. Como si el reciente asalto del outsider Trump a la Casa Blanca hubiera dado alas a otros billonarios intrépidos, el caso de Zuckerberg amenaza con convertirse en uno muy controversial para la golpeada salud democrática de la potencia del norte. Imaginaos por un minuto que el jefe de la corporación con mayor y mejor acceso a la información íntima de los ciudadanos tuviera la posibilidad de convertirse en el presidente de los mismos espiados. Una historia orwelliana por dónde sea que la miremos.
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