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ARETHA FRANKLIN, la voz que marcó su tiempo



Escribe Marcelo Espiñeira.
Ilustración: Gambetta @abstractsaturdaynight

Existe un antes y un después inevitable en el oyente de Respect, track inicial del transcendental I never loved a man the way I love you (1967). En escasos 2:28 minutos, la inconmensurable voz de Aretha Franklin consigue nuestra total atención, nos eriza el vello, nos contagia su ritmo incontrolable y nos advierte que con las mujeres no debe jugarse. Semejante poder de síntesis, en la América conflictiva del 67, tuvo que ser perturbador. Su música fue siempre de la mano con el sentir de sus “hermanos”. Supo describir el dolor inmenso de una comunidad segregada desde las instituciones oficiales, así como propició y acompañó el duro y excitante proceso de liberación (que aún hoy continúa inconcluso). 

Hija de un predicador de Detroit, su relación con el canto y más precisamente con los spirituals o el gospel fue natural desde siempre. Ya con la mayoría de edad firmó un contrato con Columbia que la convirtió en profesional. Este sello editó sus primeros nueve álbumes entre 1960 y 1966, con los cuales se abrió camino pero no consiguió ningún éxito rutilante. Con el cambio a Atlantic, el sello que dominaba el soul, una ya madura Aretha alcanzó el cénit. Su primer registro producido por el gran Jerry Wexler (Ray Charles, The Drifters, Ruth Brown) fue decisivo en todo lo que vendría más tarde. El ya citado I never loved a man the way I love you (1967) simplemente arrasó en las tiendas discográficas y en las emisoras de su tiempo. Se ubicó primero en la lista Billboard de R&B y segundo en la lista general de álbumes. El acierto de grabar Respect como apertura, éxito de Otis Redding, resultó fundamental para prestar atención a una artista integral, que cantaba, escribía y dirigía su carrera con talento y buen genio. A partir de aquel año, la figura de Aretha Franklin no paró de agigantarse, cimentada en una maravillosa voz que no dejaba a nadie impasible en sus presentaciones en directo. 

Su segundo LP para Atlantic fue tan sólido y venturoso como su predecesor. Lady Soul (1968) cortó el aire con un cuchillo afilado titulado Chain of fools, canción escrita por Don Covay quince años antes y rescatada por Aretha y Wexler de forma magistral. La misma energía incontenible se volvía a esparcir once meses después y por supuesto, conquistando a la audiencia. People get ready, de Curtis Mayfield, completa el embrujo de un álbum que alcanza su máxima expresión con (You Make Me Feel Like) A Natural Woman, otro himno que acompañaría toda la vida a la Reina del Soul. 

Tan solo cinco meses después de esta mítica edición, una tercera e increíble entrega llegó al mercado en junio de 1968: Aretha Now. Esta vez, una extraordinaria Think, escrita por la misma estrella abría el fuego, seguida por una versión impresionante de I Say a Little Prayer (de Burt Bacharach). A esta altura, el tándem que formaban Franklin y Wexler podría grabar cualquier canción y convertirla en una gema. Sin embargo, todo hechizo tiene un final y este llegó en el cuarto intento, Soul´69. El álbum, con mayor influjo del blues y el jazz, obtuvo menor repercusión comercial y produjo un quiebre en la relación de Aretha con  el éxito. A partir de allí y hasta su reciente final, la categoría de clásico nunca la abandonaría. Una veintena de discos más atesoran su evolución profesional dentro un género que le debe buena parte de su universalidad a su existencia. El soul ha perdido con su adiós definitivo a la voz que marcó su tiempo a fuego.

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