Escribe Rne.
Ilustración: Gambetta @abstractsaturdaynight
El 23 de mayo de 1991 se transmitió por primera vez “El restaurante chino”, capítulo perteneciente a la segunda temporada de la serie estadounidense Seinfeld. La cadena televisiva NBC se había negado en un principio a producirlo siquiera, dado que consideraba que el guión no tenía trama alguna. Fue recién cuando el comediante Larry David -co-creador y guionista de la serie- amenazó con renunciar, con el apoyo moral de su socio creativo Jerry Seinfeld, que NBC se alzó de hombros con resignación y admitió que el capítulo se realizara.
“El restaurante chino” consistía en veintidós minutos durante los cuales Jerry Seinfeld y sus amigos George Costanza y Elaine Benes esperaban, en tiempo real, por una mesa en -podrán ya imaginar- un restaurante chino. La inmutabilidad escénica y la naturaleza austera de la premisa argumental había escandalizado a los ejecutivos de la NBC. De haber sido un poco más perspicaces, los ejecutivos se habrían dado cuenta de que en realidad esos veintidós minutos contenían más ingenio que todas las series juntas de la cadena. La construcción de los diálogos y las actuaciones eran sencillamente exquisitas, y además no se parecían a nada que se hubiera televisado en Estados Unidos hasta el momento. Y es que, justamente, una de las tantas virtudes de Seinfeld, es que no solamente se trata (aparentemente) de nada, sino que además no se parece a nada.
Jerry Seinfeld comenzó su carrera como un comediante más de standup a mediados de la década del setenta. Fue en 1981, tras una aparición en el programa de Johnny Carson en la cual logró la bendición aprobatoria del legendario conductor, que su carrera comenzó un continuo despegue. En 1987 realizó su primer especial de una hora para la cadena HBO. Al año siguiente filmaría para NBC el capítulo piloto de la serie cuyo capítulo final en 1998 sería visto por más de 75 millones de espectadores en Estados Unidos solamente.
Mientras muchos de los comediantes del género standup abonan el carácter mediocre de la realidad que desmenuzan con la propia mediocridad de un humor construido sobre clichés, Jerry Seinfeld siempre logró destacarse con una voz original y sumamente inteligente. Sus rutinas son elegantes estudios sobre la idiotez, la neurosis y los aspectos más ridículos de la vida social. Para Seinfeld, el humor se presenta como un elemento vital para sobrevivir en un mundo que no pareciera tener demasiado sentido, pero que puede resultar de todos modos bastante gracioso. Por eso, los ciento ochenta capítulos de la serie Seinfeld son un festín impiadoso de humor que prescinde de golpes bajos sensibleros o parlamentos de mitin. Pero ese desenfado se lleva a cabo con tan delicado manejo del lenguaje y de los sobreentendidos que la serie pudo dedicarle, por citar un ejemplo, un capítulo completo a la masturbación sin siquiera mencionarla, entre otras desopilantes proezas. De este modo, Seinfeld satisfizo las necesidades humorísticas tanto de los intelectuales como del televidente promedio.
Para no perder la costumbre de romper con la norma, Jerry Seinfeld, quien estaba seguro de no poder mantener ya el altísimo nivel que la serie se había impuesto (sobre todo luego de la partida de Larry David), decidió ponerle un fin ignorando ofertas multimillonarias. Ya no necesitaba el dinero, es cierto, pero sin dudas la prioridad era para él la excelencia.
Hoy día, Jerry Seinfeld sigue vinculado a dos de sus grandes amores: el humor y los autos de lujo. Desde 2012 que se encuentra con amigos del medio, con quienes bromea mientras pasea en vehículos de colección y bebe café como bien lo indica el título de la serie: Comedians in Cars Getting Coffee. Ni los años ni los millones apagaron su genio, y Jerry sigue haciendo lo que más ama: reír.
Comentarios
Publicar un comentario