Escribe Marcelo Espiñeira.
El activista político norteamericano Steve Bannon ha decidido trasladar su influyente presencia al continente europeo. Como adalid de la derecha más radical estadounidense, fue uno de los máximos estrategas de la campaña electoral que aupara a Donald Trump hasta la presidencia en 2016. Luego ejerció un cargo como asesor destacado en la Casa Blanca, hasta que sus desacuerdos públicos con el yerno de su jefe, Jared Kushner, y otros funcionarios a los que Bannon considera “globalistas”, le acabaron costando un sonado despido, teatralizado por el propio Trump en su cuenta de Twitter.
Con las aguas revueltas en su tierra, Bannon no tardó demasiado en encontrar socios nuevos que “globalizaran” su causa populista. En Europa, el triunfo de los partidarios del Brexit y la diatriba nacionalista de los partidos euroescépticos que regañan de una supuesta falta de soberanía en los estados miembros, no han dudado en abrazar su figura mediática como un fichaje destacado. Sus contactos internacionales, sus supuestos conocimientos en el área de la comunicación digital, y fundamentalmente su aporte al insólito triunfo de la candidatura de Trump, ejercen ahora un fuerte magnetismo sobre los eurófobos (representados por VOX en España) que sueñan hacerse poderosos en las próximas elecciones europeas de mayo de 2019.
Bannon comenzó coqueteando con Marine LePen y su Front National en las elecciones que finalmente ganara Emmanuel Macron. Este revés no aplacó las actividades del exvicepresidente de la inescrupulosa agencia de análisis de datos Cambridge Analytica, quien continuó relacionándose con todo el arco de extrema derecha europeo en busca de aunar esfuerzos en una causa común. En esta dirección, estrechó lazos con el húngaro Viktor Orbán, uno de los dirigentes más beligerantes con la Unión Europea, y propició la nueva estrategia frentista que escenificaron el ministro italiano Matteo Salvini y el propio Orbán en agosto pasado, tras reunirse en Milan para fundar las bases de un acuerdo anti inmigración. En concordancia a estos cacareados anuncios mediáticos, Bannon formalizó la presentación de The Movement en Bruselas, una fundación que permitiría financiar con aportes privados a las formaciones euroescépticas. Esta nueva organización copia el modelo de financiación de proyectos que conduce el magnate liberal George Soros, al que justamente aborrecen los eurófobos. The Movement buscaría posicionarse ahora como el rival conservador-nacionalista a las iniciativas de Soros.
Desde un antiguo monasterio ubicado al sureste de Roma -la cartuja de Trisulti-, el populismo europeo que sueña aglutinar Steve Bannon ya trabaja para formar nuevos dirigentes en su polémico ideario. Como una especie de universidad del nacionalismo radical, esta sede estará en manos de Benjamin Harnwell, director del think tank católico Dignitatis Humanae, uno de los principales opositores al papado de Francisco en el Vaticano. El dirigente político Raymond Burke, nexo entre la derecha radical norteamericana y la iglesia italiana, representada en el cardenal Renato Martino, completan el círculo de máxima influencia en el proyecto.
La efervescencia política que vive Italia, fruto del supuesto fracaso de los partidos tradicionales o europeístas, es percibido por Bannon como el posible epicentro de una gran implosión continental. El discurso anti inmigración, o de la desactivación de una supuesta burocracia instalada en Bruselas, o el de la recuperación de la soberanía de las naciones, será el eje fundamental sobre el que los populistas europeos intentarán sumar apoyos entre los ciudadanos, que han sido los grandes perdedores de la crisis del 2008.
La confluencia eurófoba en The Movement todavía está en ciernes, porque no todos los nacionalistas del Este ven clara su independencia de la Rusia de Vladimir Putin. Justamente, las mismas sospechas que han acosado a Donald Trump en EEUU.
El activista político norteamericano Steve Bannon ha decidido trasladar su influyente presencia al continente europeo. Como adalid de la derecha más radical estadounidense, fue uno de los máximos estrategas de la campaña electoral que aupara a Donald Trump hasta la presidencia en 2016. Luego ejerció un cargo como asesor destacado en la Casa Blanca, hasta que sus desacuerdos públicos con el yerno de su jefe, Jared Kushner, y otros funcionarios a los que Bannon considera “globalistas”, le acabaron costando un sonado despido, teatralizado por el propio Trump en su cuenta de Twitter.
Con las aguas revueltas en su tierra, Bannon no tardó demasiado en encontrar socios nuevos que “globalizaran” su causa populista. En Europa, el triunfo de los partidarios del Brexit y la diatriba nacionalista de los partidos euroescépticos que regañan de una supuesta falta de soberanía en los estados miembros, no han dudado en abrazar su figura mediática como un fichaje destacado. Sus contactos internacionales, sus supuestos conocimientos en el área de la comunicación digital, y fundamentalmente su aporte al insólito triunfo de la candidatura de Trump, ejercen ahora un fuerte magnetismo sobre los eurófobos (representados por VOX en España) que sueñan hacerse poderosos en las próximas elecciones europeas de mayo de 2019.
Bannon comenzó coqueteando con Marine LePen y su Front National en las elecciones que finalmente ganara Emmanuel Macron. Este revés no aplacó las actividades del exvicepresidente de la inescrupulosa agencia de análisis de datos Cambridge Analytica, quien continuó relacionándose con todo el arco de extrema derecha europeo en busca de aunar esfuerzos en una causa común. En esta dirección, estrechó lazos con el húngaro Viktor Orbán, uno de los dirigentes más beligerantes con la Unión Europea, y propició la nueva estrategia frentista que escenificaron el ministro italiano Matteo Salvini y el propio Orbán en agosto pasado, tras reunirse en Milan para fundar las bases de un acuerdo anti inmigración. En concordancia a estos cacareados anuncios mediáticos, Bannon formalizó la presentación de The Movement en Bruselas, una fundación que permitiría financiar con aportes privados a las formaciones euroescépticas. Esta nueva organización copia el modelo de financiación de proyectos que conduce el magnate liberal George Soros, al que justamente aborrecen los eurófobos. The Movement buscaría posicionarse ahora como el rival conservador-nacionalista a las iniciativas de Soros.
Desde un antiguo monasterio ubicado al sureste de Roma -la cartuja de Trisulti-, el populismo europeo que sueña aglutinar Steve Bannon ya trabaja para formar nuevos dirigentes en su polémico ideario. Como una especie de universidad del nacionalismo radical, esta sede estará en manos de Benjamin Harnwell, director del think tank católico Dignitatis Humanae, uno de los principales opositores al papado de Francisco en el Vaticano. El dirigente político Raymond Burke, nexo entre la derecha radical norteamericana y la iglesia italiana, representada en el cardenal Renato Martino, completan el círculo de máxima influencia en el proyecto.
La efervescencia política que vive Italia, fruto del supuesto fracaso de los partidos tradicionales o europeístas, es percibido por Bannon como el posible epicentro de una gran implosión continental. El discurso anti inmigración, o de la desactivación de una supuesta burocracia instalada en Bruselas, o el de la recuperación de la soberanía de las naciones, será el eje fundamental sobre el que los populistas europeos intentarán sumar apoyos entre los ciudadanos, que han sido los grandes perdedores de la crisis del 2008.
La confluencia eurófoba en The Movement todavía está en ciernes, porque no todos los nacionalistas del Este ven clara su independencia de la Rusia de Vladimir Putin. Justamente, las mismas sospechas que han acosado a Donald Trump en EEUU.
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