La debutante Islandia aparecía como un rival ideal para que la selección argentina comenzará su rodaje mundialista en el Spartak Arena. Pero pocos minutos hicieron falta para darnos cuenta que la teoría se quedaría tan solo en eso, un simple pronóstico.
La disposición táctica del entrenador Jorge Sampaoli posiblemente haya resultado muy conservadora, porque Argentina se adueñó del balón para distribuirlo con un ritmo pesado y lento, sin fluidez y sin sorpresas para una defensa islandesa que esperaba atenta y ordenada en su propio campo.
Disponer de Lionel Messi en la plantilla no es asunto menor, y el entrenador islandés hizo lo que harán la mayoría en este Mundial, enjaular al crack con tres y hasta cuatro jugadores cuando este tomaba contacto con el balón en zonas cercanas al área. Ante esta situación, habitual para Messi en Champions, sus socios en el campo debían encontrar espacios libres para desahogar el juego de la albiceleste. Sin embargo, las malas decisiones tomadas, en general por Messi y sus compañeros, evitaron que los islandeses quebraran ese orden al que supieron aferrarse durante todo el partido en defensa de un empate que les supo a gloria -con justa razón-.
Messi eligió entrar por sectores minados de hasta cinco defensas, con paredes que pocas veces se pudieron sostener y sin encontrar el socio ideal que pudiera entender sus intenciones. Es cierto que este equipo habría necesitado más y mejor trabajo antes de comenzar el Mundial, pero sorprende la falta de ideas que Argentina exhibió en Moscú.
A la ausencia de sociedades creativas que esta selección demostró sufrir, se agregó la escasa precisión en los pases o los remates, únicamente rota en el gran disparo tras media vuelta del Kun Agüero que sirviera para perforar el marco islandés en el minuto 19. Este gol podría haber alcanzado para volcar el desarrollo del encuentro, hasta entonces errático, a favor de la albiceleste. Sin embargo, nada de esto sucedió porque el equipo islandés no dudó un instante en aprovechar las notables flaquezas del fondo argentino igualando 1-1 tras un tiro cruzado desde el lateral derecho que rebotó en el portero Caballero, y que el remate seco como oportuno de Finnbogason transformó en gol. De esta forma, cuatro minutos acabó durando la efímera alegría argentina en el Spartak Arena.
No se recuperó rápido del golpe recibido Argentina, y aunque Islandia se refugiara atrás nuevamente, las dudas afloraron en el juego de la bicampeona con una fuerza inusual. Mascherano encabezaba cada jugada, se desplazaba con el balón hasta unos metros pasado el círculo central del campo y allí solía encontrar a un Messi sin la chispa suficiente para dilucidar la habilitación necesaria de un compañero o el pase que rompiera el cerco islandés. Messi probó todas las situaciones que conoce, desde la banda derecha, partiendo desde campo propio incluso, esperando cerca del área, cruzando hacia la subida del lateral izquierdo, entrando al área driblando rivales, pero deberemos admitir que el crack no tenía su tarde, cuando incluso llegó a marrar un penalty en el 64, error que pareció hundirlo piscológicamente hasta los minutos finales del encuentro.
Sin Messi iluminado, la Argentina de Sampaoli no ha podido doblegar a una ordenada y limitada Islandia, debutante en Mundiales. El problema principal para la selección argentina deberemos hallarlo en un once con demasiadas fisuras, una idea de juego confusa, una defensa demasiado frágil en cuanto a rendimiento colectivo, y en la falta de socios ideales para su figura indiscutida. Si Argentina no puede aprovechar a Messi, poco podrá hacer en sus próximos duelos contra Croacia y Nigeria, decisivos para superar la fase inicial del grupo D. En los próximos cuatro días, Sampaoli deberá encontrar demasiadas respuestas.
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