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Mundial. La Copa de Rusia 2018

Escribe Marcelo Espiñeira.

..."Prevenir el racismo es nuestra prioridad y nos aseguraremos de que no suceda nada en este mundial"...
 Gianni Infantino, presidente de FIFA

Edson se levanta todas las mañanas pensando en qué habrá para desayunar en la mesa de la cocina contigua a la habitación que comparte con sus tres hermanos. En un día normal coge un trozo de pan, un vaso con agua del grifo y sale para el colegio, que queda bajando el morro del barrio de favelas donde vive su madre. De regreso, su único deseo será jugar toda la tarde al fútbol con sus amigos en el pequeño campo de cemento que los narcos del barrio han mandado construir. Edson sueña con jugar como Neymar Jr., jugar en Europa.

Natsuki oye el sonido del videoportero del piso de sus padres y corre a la puerta esperando que sea el servicio de correos. Así es, ha llegado el paquete de Rakuten con su pedido de anoche y no puede evitar que su rostro dibuje una pequeña sonrisa. Sabe que se pasara todo el fin de semana jugando al fútbol con la nueva edición del FIFA2018 de EA Sports. Natsuki sueña con jugar como Donovan Hunt, mejor conocido como DhTekKz... el campeón mundial de FIFA2018.

Agnetha se levanta temprano cuando todavía no ha salido el sol. Está a punto de independizarse de sus padres, que están a punto de divorciarse también. Planea irse a vivir sola a un bloque de pisos a unas pocas calles del campo de deportes del Eskilstuna United. De esta manera tendrá más tiempo para entrenarse y preparar mejor la próxima temporada que puede resultar decisiva para su futuro profesional. Agnetha sueña con jugar como Lotta Schelin, su referente desde que comenzó a enamorarse del fútbol siendo una niña pequeña.


José Luis no ve la hora de acabar su turno en el taller. Hoy juega el Atleti y tendrá cita obligada con sus colegas en los alrededores del parking del Wanda. Ha quedado para las ocho, son las cinco y media, y se siente inquieto. El fútbol de los colchoneros es su vida. José Luis no sueña con jugar como nadie en particular, tiene 55 tacos y simplemente no puede dejar de emocionarse cuando ve los colores rojiblancos de una camiseta que ha amado desde siempre.

Ernesto sabe que quedan quince minutos exactos para que su jefe se vaya de la oficina. Es el ritual de todos los viernes. Viene su novia más joven a buscarlo y ellos se van mucho antes de que acabe el horario de los demás empleados. Detrás de su jefe, él también aprovechará para escaparse antes y llegar primero a las canchitas de papi fútbol que alquila con sus amigos cada viernes. Ernesto sueña con jugar como Bochini, dar esos pases medidos y defender al mismo club toda la vida.

Louis recibirá esta tarde a un nuevo cliente. Es un jeque catarí que necesita organizar un poco mejor sus inversiones europeas. En su amplio despacho de Mayfair entra la tenue luz de otro día gris en Londres. Llovizna, y es buen momento para repasar el boceto de la estructura financiera que planea presentarle. Sopesa que las cuentas en Guam serían una buena opción como destino final de las ganancias generadas por el fútbol esta temporada. Louis no sueña con jugar como ningún futbolista, tan solo lucra administrando cierto dinero.


Katerina atiende el teléfono móvil y se sorprende con las nuevas directivas de su jefe. La semana se le complicará ahora, porque nada de lo que le ha pedido se ajusta a lo que tenían pactado de antemano. En Zurich nieva y este clima frío tampoco parece gustarle demasiado. Sin embargo, opta por respirar hondo y volver a comenzar con la organización de la agenda. Apunta: llamar al señor Son, a los de la UEFA, y cancelar todas las entrevistas. Katerina tampoco sueña con jugar al fútbol, más bien padece sus consecuencias laborales todos los días en la sede de la FIFA.

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El fútbol se manifiesta de maneras muy diferentes. En los regates endiablados de Andrés Iniesta, en los goles heroicos de Sergio Ramos, en la voz del abuelo cuando recitaba de memoria la formación del Racing del 66, en la foto de Instagram del último Porsche que se ha comprado Cristiano, en el lazo amarillo que se cuelga orgulloso Pep en el banquillo, en el banderazo que organizan los hinchas argentinos a las puertas de un hotel en Barcelona, en el número de nueve dígitos que ingresa la FIFA luego de organizar una Copa Mundial en cualquier sitio, en el video de Maradona que todavía miran los chicos por Youtube, en la mesa del bar donde se reúnen los culés para festejar cada gol de Messi, en el mando de la Play que tiene los botones gastados de tanto darle al chut desde fuera del área, y sobre todo en esos niños y niñas que ahora mismo están dándole a una pelota en una plaza cualquiera o en un patio de colegio perdido.

Pero también es cierto que el fútbol se ha sofisticado. Este año, el videoarbitraje decidirá si fue penalty o no en esas jugadas dudosas que hasta ahora dejaban a los aficionados la opción de maldecir un poco al árbitro de turno. Los estadios de la Copa Mundial son imponentes obras de arquitectura moderna, con techos corredizos y sistemas de iluminación inmejorables. Los entrenadores piden a sus jugadores que dominen el juego individual y colectivo, que no se distraigan un segundo en el campo y que ensayen tres o cuatro maneras diferentes de posicionarse ante sus rivales. Ahora toca saber jugar al ataque, a la contra y a las dos cosas al mismo tiempo. 

Por su parte, el mandamás de la FIFA, Gianni Infantino, está negociando con un grupo financiero japonés la posible venta del 49% de las acciones de esta institución. Una entidad que se supone que debería existir para garantizar la buena organización de una competencia deportiva, pero que últimamente se parece más a una multinacional intentando vender al mejor postor las sedes mundialistas, o la creación de nuevas competiciones diseñadas y pensadas para las clubes más ricos.




“La pelota no se mancha” dijo El Diego en una tarde inspirada, pero todos sabemos que está manchada hace tiempo. La misma sede rusa choca de frente contra todos los preceptos y valores que la FIFA dice -y publicita- defender. Los serios problemas en el ejercicio de los derechos civiles que padecen los ciudadanos rusos, nunca ha sido impedimento para que la FIFA decidiera, en tiempos de Joseph Blatter, otorgarle la organización de la 21ª Copa del Mundo de Fútbol. La investigación de Football Leaks dejó al descubierto la trama de sobornos que la FIFA de los Grondona, Teixeira y Blatter utilizaba para designar las sedes de los lucrativos mundiales.

El mundillo del fútbol profesional está absolutamente atravesado por el blanqueo de dinero y hoy en día no se entendería la existencia de una actividad disociada de la otra. Pero esta fatalidad no puede impedir que los aficionados a este bello deporte, todos aquellos que lo practicamos regular u ocasionalmente, o a los que simplemente nos gusta mirar los partidos en el estadio o en la tele, dejemos de emocionarnos ante la llegada de la cita mundialista. Llegado el caso, y a razón de ser enteramente sinceros, cuando el balón comience a rodar en Moscú, pronto nos olvidaremos de los negocios oscuros de la FIFA o de la real aptitud de la sede rusa. El balón nos volverá a ganar. Es así de sencilla esta historia.

Los futboleros quedamos fascinados ante la plasticidad de una jugada extraordinaria, un regate novedoso o un simple gol con la oreja en el minuto 114. En el fútbol hay para todos los gustos. 


Será así porque está íntimamente relacionado con lo emotivo. El fútbol nos activa pulsiones primarias. Algunos partidos nos generan los recuerdos de ocasiones anteriores, sabemos dónde vimos tal o cual partido del mundial que ganó la selección, con quienes los vimos. El fútbol es una actividad social, nos gusta verlo o jugarlo con gente conocida, con nuestros amigos o amigas. Despierta simpatías y comunión con los demás. En algunos casos, todo lo contrario. Pero es justo aquí donde conviene utilizar la razón y contener ciertas emociones. 

Un mundial debería ser una reunión de culturas diversas, de estilos de juego opuestos, una oportunidad para conocer a gente de todos los puntos del planeta, para aprender de los demás, una verdadera fiesta. Apostemos por que este Mundial de Rusia sea esta fiesta que nos merecemos todos aquellos que amamos este juego. Dejemos que gane el mejor y alentemos a los nuestros, pero siempre en un clima de máximo respeto.





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