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SILENCIO EN LA NIEVE, la escasa puntería de Herrero.

Una critica de Lilian Rosales de Canals.


1941, Franco decide enviar al frente de guerra en Leningrado a 18.000 españoles para dar apoyo a las tropas alemanas en lucha contra los rusos y el comunismo. Este es el epicentro que el laureado productor y director Gerardo Herrero (Madrid 1953) escoge para desarrollar su más reciente proyecto cinematográfico "Silencio en la Nieve"  que parte de la adaptación de la novela "El tiempo de los emperadores extraños" de Ignacio del Valle.


Se trata de una historia negra, un film policíaco dentro de un escenario bélico. Pero la guerra aquí tiene un peso residual y se reduce a una función de telón que sirve de marco a la trama detectivesca. La presencia de nazis, carros de combate y demás elementos similares, quedan reducidos a una mera función accesoria. 



A pesar de esta observación, cabe destacar que tiene mérito desempolvar el tema de la División Azul, capítulo que duerme silencioso en los libros de la historia de España porque no ha
interesado divulgarlo a ninguna de las partes involucradas: el franquismo apoyó al perdedor y luego quiso aliarse con Occidente. A la izquierda otro tanto. Lo que convierte el asunto en algo realmente atractivo: la experiencia de hombres, en su mayoría  voluntarios, que enfrentaron el frio y las vicisitudes de la Segunda Guerra Mundial formando líneas en apoyo de Hitler. Recrear ese episodio, ya vale un reconocimiento.





Mira que Dios te mira: ritos masónicos y venganza
Arturo Andrade (Juan Diego Botto) es un soldado y antiguo inspector de policía republicano, a quien le han adjudicado la investigación de un dantesco asesinato. Congelado en medio de una caballería atrapada en un lago helado aparece un cadáver de un divisionista con una enigmática inscripción en el pecho que dice "Mira que te mira Dios".


Para acompañarlo en la tarea paradójica de perseguir a un asesino en medio de un escenario donde mueren miles de hombres cada día, le acompaña el Sargento Estrada, un falangista interpretado por Carmelo Gómez. Entre ambos se desarrolla una relación que parte de una duda razonable entre un militar de carrera y un supuesto republicano, hasta alcanzar la confianza "aleccionadora" de quienes comparten una misión compleja y riesgosa por encima de sus diferencias ideológicas.


Carmelo Gómez y Juan Diego Botto en una escena de "Silencio en la nieve".


Las investigaciones de este dúo revelarán que se trata de homicidios cometidos por quien parece ser un asesino ritual en serie movido por la venganza y extrañamente vinculados con la masonería. Las pesquisas del trabajo conjunto dan al traste con actividades ilegales, traiciones y venganzas en el seno del mando militar.



Un sorprendente traspié de Herrero
En términos generales, la factura de "Silencio en la nieve” es correcta a lo que se suma una inmejorable fotografía de Alfredo Mayo. Lo destacable de este film es el evidente esfuerzo en materia de producción, ya que cuida afanosamente la ambientación y el vestuario, así como los recursos técnicos para ubicarnos en lugar y fecha con verdadero atino. Sin embargo, en otros aspectos es posible identificar ciertos agujeros negros en este largometraje de 4 millones de euros.



Con una dilatada carrera en la producción cinematográfica Gerardo Herrero asume las riendas, esta vez en la dirección de "Silencio en la Nieve". Fabulosos títulos engrosan su currículo profesional como productor ("Los crímenes de Oxford", "Balada triste de trompeta", "El hijo de la novia" o "El secreto de sus ojos"), un aval innegable que ratifica probablemente que lo suyo es la producción, ya que en este caso las carencias destacables se centran en errores inherentes o vinculados a la dirección. 


El director Gerardo Herrero indicándole algo a Juan Diego Botto durante el rodaje.
Una ausencia de impacto que no contagia al espectador salta a la vista. Su ritmo, anodino y predecible, poco habla de picos dramáticos y de esa necesaria tensión. El film sin dinamismo ni fuelle, está marcado por su falta de nervio. Si bien la historia pareciese despertar la curiosidad y el interés en sus primeras escenas, a medida que nos sumerge en el relato pierde potencia y se va haciendo sosa e insustancial. 


El arranque es espectacular pero ese pulso difícilmente podrá ser igualado más tarde. En la primera escena la fotografía de Mayo parece hacerse con las expresiones de los caballos del "Guernica". No obstante es allí donde la cinta logra lo que no recupera: atrapar la atención.

Habida cuenta de que la propuesta temática pareciese ser suficiente cebo para el éxito de la película, es preciso destacar sus grandes flaquezas en aspectos tan vitales como: inconsistencias en la trama, absurdos dramáticos, fallos rítmicos, carencia de fuerza interpretativa y abuso de arquetipos gastados.

Los caballos helados de "Silencio en la nieve".
Los peces chicos se comen al grande
Sorprende la falta de profundidad y desajuste circunstancial en la actuación de Juan Diego Botto (Bs. As.,1975). El reconocido y multinominado actor por su excelentes interpretaciones en "1492: La conquista del paraíso" (de Ridley Scott), "Martín Hache" (de Adolfo Aristarain), "Silencio Roto" (de Montxo Armendáriz), o "El Greco" (de Iannis Smaragdis), esta vez no se ve creíble desde la butaca. 

Gabriele Malinauskaite y Juan Diego Botto en una escena romántica de "Silencio..."
El director requiere una contención y una aparente inexpresividad como rasgo psicológico para el personaje de Botto, atributos complejos a la hora de asumir un papel de semejante demanda dramática (como protagonista en funciones militares, en un escenario bélico y al mando de una investigación de relevancia). No en vano su compañero de aventuras, interpretado por Carmelo Gómez, se hace con el foco de atención.  

Inesperadamente actores de reparto como Sergi Callejas y  Andrés Gertrudix, con pocos minutos en secuencias muy específicas arrollan por su fuerza interpretativa. Se muestran atrapados en el tránsito entre la enajenación y la cordura obligada, justamente el estado anímico que suponemos embargaría a una legión de hombres sometidos a presiones de todo tipo en un frente hostil. Sus actuaciones asoman lo que quizá podía ser el tono más ajustado para esta película, sin ánimo de pretender saber más que su propio creador.

Una decisión más que curiosa resulta la abrupta eliminación del personaje de Callejas, quien podía constituir un recurso útil a este thriller al abrir un nuevo frente de interpretación para el espectador.

Escenario bélico con estandartes nazis, parte del rodaje en Lituania del filme.
Tampoco lucen apropiadas la inclusión de una impostada escena con prostitutas, empleando un trilladísimo gag de las pelis de guerra, ni el innecesario affaire de Botto con una joven rusa (Gabriele Malinauskaite), pleno de un romanticismo empalagoso que queda colgado de lado de toda la trama. Para colmo, la música de Lucio Godoy no deja el reflujo en el recuerdo de esas bandas sonoras que estremecen.

A pesar de que esta cinta presenta tímidos ecos del franquismo, da la impresión de que su director no toma parte, no identifica su postura expresa frente a la División Azul. Este cuidado por no demonizar ningún bando tiene el coste de descafeinar la cruenta realidad que supone la experiencia de los divisionarios. Contar un drama de semejante calibre obviando las emociones (la efusión, el arrebato, el delirio, la ira, el miedo, la ansiedad) y sus manifestaciones clásicas (ante la abstención sexual,  la violencia, la impotencia, la injusticia) propias de hombres en condiciones límite, consideramos que es más producto de un error que de un asunto estético.

A diferencia de gran parte de las producciones anteriores de Herrero, "Silencio en la Nieve" es un filme inexplotado en su potencial temático y dramático, de acabado imperfecto, que no aprovecha la gran oportunidad que le ofrece lo inédito del tema y la meritoria develación histórica.


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